EE.UU. y Rusia pulsean en el Cáucaso
(otro episodio de “Estados Unidos al asalto del mundo”)
Por A. Aten (13/8/2008)

En la noche del jueves 7 de agosto, pocas horas antes de que se iniciara la apertura de los 29º juegos olímpicos en Beijing, las tropas de Georgia atacan en su propia provincia autónoma y separatista de Osetia del sur a las tropas de los cascos azules rusos. En sólo minutos responde el gobierno de Rusia con un ataque aéreo y despliegue militar en "defensa de los ciudadanos rusos y de sus cascos azules como fuerza de paz ante el genocidio que está perpetuando el gobierno georgiano". En las 78 horas posteriores hubo una andanada de acusaciones de genocidio, tanto de parte de Georgia a Rusia, como de Rusia a Georgia. También hubo declaraciones de parte de los imperialismos europeos y estadounidense, cuyo resultado fue que el Consejo de Seguridad de la ONU se vio en la imposibilidad de emitir una resolución de cese de fuego aduciendo el argumento de que no había consenso, ya que Rusia imponía su veto. El presidente pro témpore de la Comunidad Europea Sarkozy va a Rusia y logra un principio de acuerdo para un cese de hostilidades, que dura sólo unas "horas". Mientras tanto continuaron las batallas, en las cuales las tropas rusas forzaron la retirada de las tropas georgianas, pero el resultado más importante de esta batalla es el traslado de más de 20.000 personas (de los 70.000 "rusos") de Osetia del sur a Osetia del norte, en principio, ya que se dice por los medios internacionales que esta cifra subiría a los 180.000 y la muerte de más de 2.500 personas (también como balance provisorio), en su mayoría civiles.
Para comprender esta situación, previamente hay que adquirir noción de la geopolítica que se está llevando a cabo en el área internacional. En el mundo multipolar que la humanidad vive desde el 2001 (con la caída de las torres gemelas, con la guerra en Afganistán, con la segunda guerra en Irak), EE.UU. avanza en la recolonización del planeta para superar de esta forma su crisis de "globalización" financiera y comercial, es decir sostenerse ante la caída de la tasa de ganancia del mercado mundo que vive hoy el sistema capitalista, y en lo fundamental manteniendo, desarrollando y sofisticando los mecanismos de dominación (opresiva y explotadora) del imperialismo, con manifestaciones de barbarie cada vez más acentuadas. La visión del imperialismo estadounidense sobre cómo controlar o apoderarse de las fuentes energéticas (petróleo y gas) no se limita al Oriente medio, sino que incluye a la zona de influencia de su viejo enemigo: Rusia.
La maquinaria industrial-militar tiene como objetivo central la recolonización de China, y para llevarlo a cabo implementa objetivos de corto y mediano alcances. En este sentido, los intentos de EE.UU. de apoyar a la revuelta de los monjes budistas en la ex Birmania que la denominaron "revolución azafrán", y la protesta de los seguidores del Dalai Lama para publicitar (usando los juegos olímpicos) la independencia del Tibet de China, son los mecanismos con que EE.UU. “prueba” a China. El objetivo de mediano alcance es Irán, y el objetivo de corto alcance es ahora el Cáucaso. La posición de los imperialismos europeos ante este conflicto está condicionada por su dependencia del petróleo caucásico, y sus referencias son con respecto al "plano humanitario" del conflicto.
El actual conflicto del Cáucaso constituye una escalada importante en lo que se refiere a la política de arrinconamiento de Rusia de parte de EE.UU. La causa central de la ofensiva militar rusa en Georgia es que como EE.UU. construyó el oleoducto y el gasoducto que recolecta el petróleo y el gas de todas las zonas petroleras del sur de Rusia, de las repúblicas caucásicas, las del mar Caspio y de Asia central, el norte de Iraq, se dirigen al mercado europeo atravesando el territorio de Turquía. Rusia resolvió (en 2005) transportar el petróleo y el gas de Siberia y el Cáucaso a Europa por la vía marítima del Mar Negro hacia Bulgaria y Grecia en los Balcanes (evitando en la ex Yugoslavia, a Croacia), y desde allí a Italia para que llegue al centro de Europa, reemplazando de esta forma la vía terrestre que tradicionalmente pasaba por Ucrania, cruzaba por Polonia y llegaba a Alemania.
Por Georgia pasan los oleoductos y gasoductos de los pozos del mar Caspio hacia los puertos del Mar Negro (ruta ex URSS) y desde el control yanki se desvía hacia Turquía. Esta zona productora está conformada por Azerbaiján, Kazajstán y Turkmenistán con una producción diaria de más de 2 millones de barriles de petróleo. Esta zona caspiana tiene una producción casi igual a la de Arabia Saudita. La desintegración de la ex URSS le dio el handicap estratégico a EE.UU. de controlar esta ruta energética, pero en los 2 últimos años Rusia se siente con el suficiente poder para recontrolar y recuperar a esta zona cambiando la ruta hacia occidente, fortaleciendo a sus gigantes “recuperados” el petrolero Yukos y el gasero Gazprom. La coyuntura económica del mes de julio, indica que el precio del petróleo bajó de 140 a 117 dólares el barril, por ello, y para mantener las ganancias de sus colosos energéticos, el gobierno ruso "aprovechó en minutos" la oportuna provocación del gobierno proyanki de Georgia.
Hay que conocer que desde hace 30 años en todas las ahora ex repúblicas soviéticas del sur se vive una confrontación de nacionalidades oprimidas contra el chovinismo gran ruso, que tiene una manifestación religiosa con el ascenso de la corriente musulmana. Hay que tener en cuenta el conflicto checheno.
En el BR Nº 82 del 1º de abril, decíamos: "La declaración de la independencia de Kosovo con respecto a Serbia forma parte de lo que parecería ser una nueva guerra fría de Estados Unidos –en el momento álgido de su recesión económica– contra Rusia". Y "En Rusia, el zar Putin, ahora primer ministro, está tratando de recomponer sus cualidades de superpotencia (en este caso como herencia del zarismo más que de la ex URSS), basado en los enormes potenciales energéticos en petróleo y gas. Reacciona al escudo misilístico que EE.UU. y su OTAN han desarrollado en Polonia y la República Checa, apuntando a Moscú. Estratégicamente, el oso ruso tiene una orientación de expansión comercial y política, tanto al este hacia China, como al oeste, en especial hacia Alemania". Hoy, habría que precisar que sí hay una guerra, comercial, entre EE.UU. y Rusia.
Hay que constatar que la "revolución naranja, democrática y pacífica” para desplazar al sector pro ruso en Ucrania era un paso táctico pero crucial de la estrategia del imperio yanki ante los procesos posteriores de la desintegración del "estado obrero soviético". Hay que constatar nuevamente que la "declaración de la independencia de Kosovo", el 17 de febrero de 2008, fue un paso importantísimo para EE.UU. para implementar la estrategia de controlar la ruta del petróleo entre Asia y Europa. Máxime cuando el territorio de Kosovo es más pequeño que la base militar estadounidense más grande del mundo, que se encuentra precisamente en Kosovo y se denomina Camp Bondsteel, de 350 kilómetros cuadrados, que ocupa también parte del territorio de la república de Macedonia, siendo este un estado artificial, que a pesar de ser un protectorado de hecho tiene el status formal con la denominación de república.
Con este norte, Bush propuso, en la Cumbre de la OTAN en Bucarest en marzo de 2008, la integración a la alianza atlántica de Ucrania, Kosovo y Macedonia. Rusia se opuso terminantemente a esto, y la medida se suspendió momentáneamente. Mientras tanto, unidades militares de Polonia y Georgia integran la fuerza europea de apoyo de EE.UU. en el norte de Afganistán.
En el cuadro de situación que presenta el Cáucaso, de un lado el gobierno de Georgia obedeciendo a los dictados de EE.UU. tiene el apoyo del gobierno de Azerbaiján en la región caucásica (por supuesto está descontado el apoyo de Turquía que es miembro de la OTAN), y por el otro lado, el gobierno ruso tiene el apoyo de Abjazia y Osetia del norte y Armenia. Todas repúblicas miembros, hasta 1992, de la ex URSS.
En el plano diplomático, en lo que se refiere a los argumentos (entiéndanse excusas), ambos presidentes (Dimitry Medveded de Rusia y Mijaeil Saakahsvili de Georgia), utilizan los términos de moda de los "derechos humanos", como los entiende la propaganda burguesa occidental, y se acusan mutuamente de genocidas.
Hay que precisar rigurosamente que este intento de desestabilización del Cáucaso (que es la mejor manera de presionar primero para desintegrar la influencia de Rusia después) tiene el mismo procedimiento con el cual se logró la desintegración de Yugoslavia. Primero, EE.UU. y Alemania acusaron a Serbia de centralista y genocida en Bosnia en 1995, y con esta política, EE.UU. con el apoyo de los imperialismos europeos concretaron la división de Yugoslavia en cuatro “republicas independientes”, garantizada mediante la ofensiva bélica dirigida por Bill Clinton y la OTAN con la cobertura de la ONU. Segundo, también mediante el ataque militar, se impuso la partición real aunque no formal de Kosovo como parte de Serbia, en 1999.
Este procedimiento que les funcionó muy bien en Yugoslavia no quiere decir que les funcione de la misma manera en el Cáucaso. Esta vez Rusia reaccionó rápidamente, recurriendo no sólo al Paneslavismo (movimiento nacionalista eslavo cristiano ortodoxo creado por el zarismo), sino a la acción bélica directa, ya que por su recuperación económica (desarrollada por Putin) y por tener acceso terrestre directo a Osetia del sur, cosa que no podía hacer en Yugoslavia.
La respuesta rusa en Georgia se realiza en minutos, y a diez días de la detención en Serbia (de parte del gobierno pro europeo que surgió de las urnas el 12 de marzo) y el traslado a Bélgica del ex presidente de Karadzic, para ser juzgado en el Tribunal Penal Internacional de La Haya por el genocidio de Sebrenitsa.
El oso ruso y el vaquero yanki están pulseando en el Cáucaso. El imperialismo yanki instó al gobierno de Georgia a presionar al oso (gobierno) ruso y recibió de éste un zarpazo. El nacionalista chovinista oso (gobierno) ruso aprovecha la situación y le pasa facturas por Serbia y por la desintegración de la ex URSS.
Hay que destacar que no se han destruido (de parte de Rusia) los oleoductos en Georgia sino que sólo han sido cerrados, y esto porque la guerra por el petróleo tiene a su gran comprador en Europa.
La disputa entre Rusia y EE.UU. es por quién provee al mercado europeo. Es una disputa que constituye un escenario más dentro de la escalada estadounidense lanzada “al asalto del mundo” (como la definiera en el 2001 Jorge Guidobono) a partir de la estrategia puesta en práctica al calor del 11S. Es una disputa por el control de las principales fuentes de riquezas energéticas del planeta, para lo cual Estados Unidos va dando pasos que lo acerquen al objetivo de ahogar y recolonizar al gigante chino en favor de los intereses de su imperio, buscando otros caminos tras su fracasada misión en Iraq y Afganistán.
No se trata de un enfrentamiento entre “buenos y malos” ni de una pelea entre “el mundo libre” y el “peligro ruso”, como cuando agitaban el fantasma del “comunismo” contra el mundo “occidental y cristiano”, como proclamaban en los tiempos de la guerra fría de la segunda posguerra mundial.
La constante es que, en esas disputas, la sangre la aportan los explotados y oprimidos del planeta. Y la dinámica es a más guerras y más estados policíacos, sean de oriente o de occidente, y se proclamen cristianos, judíos, musulmanes, budistas, católicos u ortodoxos, aunque se recubran con los ropajes formales de la democracia burguesa para consumar los más grandes genocidios de la historia.
En el siglo XXI cuando ya no existen los llamados "Estados Obreros", los marxistas revolucionarios debemos estudiar y elaborar políticas sobre las nuevas guerras que se ciernen sobre la humanidad, sobre el renacimiento de los nacionalismos reaccionarios alentados por las potencias imperialistas, y sobre las nuevas dimensiones que adquiere la lucha por los ritmos de la conciencia de clase para sí de los proletariados a escala internacional, por su emancipación de los yugos de la opresión y la explotación del sistema capitalista imperialista.
Los revolucionarios del siglo XXI debemos tener como guía la posición que Trotsky asumió en 1916 ante la guerra en los Balcanes: los internacionalistas irreconciliables debemos desarrollar la más férrea lucha contra los nacionalistas incurables.