El próximo JUEVES 1º de MAYO realizaremos un ACTO / DEBATE
a las 16.30 en Av. de Mayo 860, 1er. Piso
En esta fecha de importancia histórica para los explotados del mundo, crecen las guerras de colonización imperialista, sea por vía de la invasión militar, la llamada "contrainsurgencia" (con el genocidio de los palestinos), el fomento de enfrentamientos tribales (sobre todo en Africa) o la creación de estados títeres como el de Kosovo y los que se intentan en el Tibet y también en la cercana Bolivia... En la Argentina, inmersos en la extorsión de los grandes exportadores agropecuarios, al mismo tiempo que proliferan los despidos y se reprime y se persigue judicialmente a los trabajadores que luchan.
Desde la LSR consideramos necesaria la realización de una masiva manifestación anticapitalista y antimperialista el próximo 1º de mayo. En función de ello difundimos el "Llamamiento" que publicamos en la tapa del último número de Bandera Roja el 1º de abril (y que reproducimos al pie de este mensaje).
Pero precedidos por numerosas derrotas, vamos a un 1º de Mayo donde prevalece la fragmentación y sin que ningún sector obrero asuma una convocatoria que pueda ser un punto de referencia para el conjunto de la población trabajadora. De esto no es ajeno el negativo papel jugado por la mayoría de las agrupaciones de izquierda en los últimos conflictos obreros (como Dana, Casino, Jabón Federal, etc.) y, en especial, respecto del "paro agrario", lo que ha derivado en múltiples pequeñas convocatorias en medio de una gran descomposición y crisis política. Ests problemas no son privativos de la Argentina: lo mismo se vive en Italia, en Francia, en Uruguay, por tomar sólo unos pocos ejemplos. Y ni que hablar en Estados Unidos, donde el grueso de la población se apresta a votar por los demócratas creyendo ingenuamente que, con ellos, se acabará la guerra. Al mismo tiempo, los trabajadores portuarios planean un paro para exigir el retiro de las tropas de Iraq y Afganistán.
En este contexto, la LSR considera ineludible la realización de una actividad el 1º de Mayo que posibilite el abordaje de algunos de los principales problemas que atraviesan al proletariado en la actualidad y cómo enfrentarlos (incluyendo la necesidad de avanzar hacia un reagrupamiento de quienes sostenemos la necesidad de la revolución socialista internacional).
Para eso, decidimos convocar a un acto que tendrá a la vez la característica de charla/debate.

Para que sea de utilidad, es necesaria tu participación, tu opinión y tu actividad.
No es necesario que te pongas “la camiseta” de la Liga para que participes. Sólo se necesita que seas honesto con tu pensamiento y respetuoso con el de los demás.
TE ESPERAMOS.
Y agradecemos que difundas esta invitación entre tus compañeros, familiares y amigos.

1/4/2008: LLAMAMIENTO 1ro. de MAYO

Lla­ma­mien­to:
Por una manifestación an­ti­ca­pi­ta­lis­ta y an­tim­pe­ria­lis­ta
el 1º de Mayo
Por la uni­dad de los ex­plo­ta­dos la­ti­noa­me­ri­ca­nos, con­tra las ar­ti­fi­cia­les fron­te­ras que di­vi­den nues­tras fuer­zas pa­ra que los gran­des mo­no­po­lios te­rra­te­nien­tes, fi­nan­cie­ros e in­dus­tria­les, na­cio­na­les e in­ter­na­cio­na­les, pro­fun­di­cen el sa­queo de to­das las ri­que­zas, a cos­ta de la de­pre­da­ción am­bien­tal y la degradación de la humanidad.
Pro­po­ne­mos:
A to­dos los tra­ba­ja­do­res en lu­cha, los cuer­pos de de­le­ga­dos y ac­ti­vis­tas in­de­pen­dien­tes del Es­ta­do, las pa­tro­na­les y las bu­ro­cra­cias, y to­das las or­ga­ni­za­cio­nes po­lí­ti­cas y so­cia­les an­ti­ca­pi­ta­lis­tas, que con­vo­que­mos en co­mún a una gran jor­na­da de pro­tes­ta en to­dos los pun­tos neu­rál­gi­cos del país. En Ca­pi­tal y Gran Bue­nos Ai­res, por ejem­plo, po­dría par­tir de la em­ble­má­ti­ca Pla­za Lo­rea, co­mo cul­mi­na­ción de un tra­ba­jo de pro­pa­gan­da y agi­ta­ción co­ti­dia­na en los ba­rrios du­ran­te todo el mes.
Pa­ra que esa jor­na­da pue­da ser uni­ta­ria y ma­si­va, des­te­rre­mos los ac­tos ma­ra­tó­ni­cos y/o los su­pues­tos “do­cu­men­tos uni­ta­rios” que ter­mi­nan sien­do una col­cha de re­ta­zos que no con­for­man a na­die y só­lo sir­ven pa­ra de­bi­li­tar la ma­si­vi­dad de la con­vo­ca­to­ria.
Cree­mos que es muy sen­ci­llo, si te­ne­mos la vo­lun­tad de ha­cer­lo, po­ner­nos ya en mo­vi­mien­to pa­ra di­fun­dir una con­vo­ca­to­ria tan sim­ple co­mo re­vul­si­va, ba­sa­da en unos po­cos pun­tos, que podrían ser:
3 Por el sa­la­rio, el tra­ba­jo y las li­ber­ta­des;
3 Por la sa­lud, la edu­ca­ción, la vi­vien­da y la ali­men­ta­ción de to­da la po­bla­ción;
3 Contra los monopolios terratenientes, financieros e industriales y los que gobiernan para ellos;
3 Apoyo a todas las luchas obreras;
3 Con­tra la xenofobia y las gue­rras imperialistas.
So­bre es­te ele­men­tal lla­ma­do en co­mún –que po­dría ex­pre­sar­se, por ejem­plo, en una so­li­ci­ta­da, cadenas de mails, una ma­ri­po­sa de­ba­jo de la puer­ta de ca­da ca­sa y al­gún mo­des­to afi­che, es ob­vio que na­da obs­ta­cu­li­za­ría a ca­da sec­tor y or­ga­ni­za­ción la amplia difusión de su óp­ti­ca y pro­gra­ma, con la mo­da­li­dad que le pa­rez­ca más con­ve­nien­te, sin atarse a una ab­sur­da de­mos­tra­ción de me­tros cua­dra­dos ocu­pa­dos en la Ave­ni­da de Ma­yo. Por lo con­tra­rio, cuan­ta más fuer­za mi­li­tan­te dis­pon­ga una or­ga­ni­za­ción, ma­yor lle­ga­da po­drá te­ner en­tre la po­bla­ción tra­ba­ja­do­ra que se ha­ya sen­ti­do iden­ti­fi­ca­da con una con­vo­ca­to­ria que no le obli­gue a “po­ner­se la ca­mi­se­ta” de na­die a la ho­ra de sa­lir a la ca­lle a pro­cla­mar su des­con­ten­to. Así, tal vez, las fuer­zas de la iz­quier­da y, en par­ti­cu­lar, del so­cia­lis­mo re­vo­lu­cio­na­rio, pue­dan ir rear­ti­cu­lan­do un pro­ta­go­nis­mo po­lí­ti­co del que hoy ca­re­cen.
La Li­ga So­cia­lis­ta Re­vo­lu­cio­na­ria se po­ne a dis­po­si­ción para las reu­nio­nes y ta­reas acor­des con es­te pro­pó­si­to.
Ma­nos a la obra.
LIGA SOCIALISTA REVOLUCIONARIA
1º de abril de 2008

1/4/2008: ¿QUE DIRIAS SI TE SACAN 45% DEL SALARIO?

“¿Qué dirías si te sa­can el 45% del sa­la­rio?”
La pre­gun­ta en apa­rien­cia ino­cen­te es de lo más en­ga­ño­sa. En pri­mer lu­gar, se ol­vi­dan de que el 21% de to­do lo que con­su­mi­mos se des­ti­na a pa­gar el IVA. Es­te im­pues­to lo pa­ga­mos to­dos por igual y por lo tan­to afec­ta a los que me­nos tie­nen. Es­to quie­re de­cir que des­de el más po­bre del Gran Bue­nos Ai­res has­ta los tra­ba­ja­do­res ru­ra­les que vi­ven en con­di­cio­nes de mi­se­ria, es­tán pa­gan­do una par­te de los sub­si­dios que re­ci­ben las cla­ses do­mi­nan­tes del cam­po y la ciu­dad al ga­soil, ener­gía o trans­por­te pú­bli­co. Y el IVA en el 2007 fue el 31% de la re­cau­da­ción to­tal del Es­ta­do, mien­tras que las re­ten­cio­nes fue­ron só­lo el 14%. Por lo tan­to, efec­ti­va­men­te, nos es­tán sa­can­do to­do el tiem­po una par­te im­por­tan­te de nues­tro sa­la­rio. Ni que ha­blar de lo que nos ro­ban las em­pre­sas cuan­do no de­po­si­tan los apor­tes ju­bi­la­to­rios o con­tra­tan “en ne­gro”. Y ni los te­rra­te­nien­tes del cam­po ni los ve­ci­nos sen­si­bles de Ba­rrio Nor­te sa­lie­ron a ma­ni­fes­tar­se por eso.
En se­gun­do lu­gar, ve­ni­mos su­frien­do ha­ce va­rios años la caí­da del po­der ad­qui­si­ti­vo de nues­tros sa­la­rios debido a la in­fla­ción. Y una de las cau­sas de los au­men­tos de los ali­men­tos es que su­ben los pre­cios in­ter­na­cio­na­les y “el cam­po” pre­ten­de ven­der sus pro­duc­tos al mis­mo va­lor en el mer­ca­do in­ter­no. O sea, en for­ma di­rec­ta, “el cam­po” le ba­ja el sa­la­rio a los tra­ba­ja­do­res.
En ter­cer lu­gar, no tie­ne nin­gún sen­ti­do po­ner en un pla­no de igual­dad el sa­la­rio con que se paga la fuerza de trabajo, con la ren­ta de la tie­rra. La ga­nan­cia que se lle­van los te­rra­te­nien­tes na­da tie­ne que ver con el es­fuer­zo que ha­cen. Es­tán ga­nan­do for­tu­nas por­que el pre­cio de sus pro­duc­tos es­tá muy por arri­ba de su va­lor (el tra­ba­jo ne­ce­sa­rio pa­ra re­pro­du­cir­lo). Es­to es por­que cre­ce mu­chí­si­mo la de­man­da de so­ja –es­pe­cial­men­te de Chi­na e In­dia– lo que ha­ce subir los pre­cios y, por lo tan­to, quie­nes tie­nen el mo­no­po­lio de la tie­rra, lle­nan sus bol­si­llos. Na­da más ale­ja­do de la rea­li­dad de un tra­ba­ja­dor, que deja su vi­da en jor­na­das la­bo­ra­les de 12 o 14 ho­ras.
La ren­ta de la tie­rra, al igual que la ga­nan­cia del ca­pi­tal no es una re­tri­bu­ción al es­fuer­zo si­no un ro­bo rea­li­za­do a dia­rio a to­dos los tra­ba­ja­do­res del mun­do. Por lo tan­to, las retenciones se­rían apenas una pequeña de­vo­lu­ción por el ro­bo que nos ha­cen.
En con­clu­sión, el ar­gu­men­to de la su­pues­ta con­fis­ca­ción que se­rían las re­ten­cio­nes no es más que una trampa para encubrir el robo de los que engordan sus bol­si­llos sin trans­pi­rar una go­ta de su­dor.
E. GOROSTEGUI

27/3/2008: QUE SE VAYAN ELLOS

QUE SE VAYAN ELLOS
Declaración de la LSR: jueves 27 de marzo de 2008
Ex­por­tan ali­men­tos pa­ra 300 mi­llo­nes de per­so­nas
y más de 10 mi­llo­nes pa­san ham­bre en el país.
La llamada “redistribución” no es más que la disputa intercapitalista por el reparto de una fabulosa plusvalía que sale de nuestras espaldas (aquí y en el mundo).
La Ar­gen­ti­na es­tá su­mer­gi­da en la ex­tor­sión de los gran­des pul­pos agroex­por­ta­do­res, léa­se So­cie­dad Ru­ral, CRA, etc., con el ver­gon­zan­te apo­yo de las py­mes nu­clea­das en la Fe­de­ra­ción Agra­ria Ar­gen­ti­na y Co­ni­na­gro, apo­ya­das por el Par­ti­do Co­mu­nis­ta y su ban­co Cre­di­coop.
Ellos ex­por­tan ali­men­tos pa­ra 300 mi­llo­nes de per­so­nas, se lle­nan los bol­si­llos de dó­la­res y eu­ros, mien­tras en la Ar­gen­ti­na hay más de 10 mi­llo­nes que no tie­nen qué co­mer, in­clui­dos la ma­yo­ría de los tra­ba­ja­do­res ru­ra­les y sus fa­mi­lias.
¿Es ló­gi­co, en­ton­ces, que se les re­ten­ga par­te de sus ex­por­ta­cio­nes; o que se les pi­da que ex­por­ten ape­nas un 10% me­nos? Ob­vio que es ló­gi­co.
El pro­ble­ma es que es­te go­bier­no, que es so­cio ca­pi­ta­lis­ta de to­dos ellos (los pro­ta­go­nis­tas de los cor­tes de ru­tas que ellos mis­mos lla­ma­ron a re­pri­mir cuan­do los hi­cie­ron los po­bres), no pu­do dar una res­pues­ta ca­paz de neu­tra­li­zar el pa­ro, sim­ple­men­te por­que los re­cur­sos que re­tie­ne so­bre las ex­por­ta­cio­nes no se des­ti­nan –ni en una mi­lé­si­ma par­te– a pa­liar el ham­bre de enor­mes sec­to­res po­pu­la­res.
Es­to ha he­cho, la­men­ta­ble­men­te, que al­gu­nos sec­to­res de la po­bla­ción vean con sim­pa­tía el pa­ro co­mo una for­ma de ma­ni­fes­tar el des­con­ten­to an­te un go­bier­no que mien­te en to­dos los nú­me­ros del In­dec, que apa­re­ce co­mo un “pa­to­te­ro” an­te los dis­tin­tos re­cla­mos so­cia­les y que, pa­ra col­mo, le­gi­ti­ma co­mo re­pre­sen­tan­tes en con­tra de la pro­tes­ta “del cam­po” a per­so­na­jes tan ne­fas­tos co­mo Mo­ya­no y D’E­lía. Con se­me­jan­tes “ami­gos”, ¿quién ne­ce­si­ta ene­mi­gos?
La in­ter­ven­ción de es­tos per­so­na­jes no ha he­cho más que echar le­ña al fue­go del des­con­ten­to po­pu­lar ya que pa­ra na­da los tra­ba­ja­do­res pue­den iden­ti­fi­car­se con esos je­rar­cas sin­di­ca­les que, cuan­do les to­có in­ter­ve­nir an­te la des­co­mu­nal olea­da de des­pi­dos que se ha vi­vi­do en los úl­ti­mos me­ses, só­lo lo han he­cho pa­ra ava­lar a las pa­tro­na­les o pa­ra po­ner sus ma­to­nes al ser­vi­cio de par­tir­les las ca­be­zas a los tra­ba­ja­do­res que de­fien­den con su lu­cha las fuen­tes de tra­ba­jo (ca­sos Htal. Fran­cés, Clí­ni­cas, Ca­si­no, Fa­te y tan­tos otros).
Pa­ra col­mo de ma­les, al­gu­nos sec­to­res de­no­mi­na­dos “de iz­quier­da” –pa­ra peor, “trots­kis­tas”– han sa­li­do a apo­yar el pa­ro oli­gár­qui­co-pa­tro­nal, jus­ti­fi­cán­do­se en el re­cla­mo de “los cha­ca­re­ros”. Con es­to han con­tri­bui­do gran­de­men­te a la con­fu­sión ge­ne­ral.
Acla­re­mos al­gu­nas co­sas. En pri­mer lu­gar, a las co­sas hay que lla­mar­les por su nom­bre: el de­no­mi­na­do “pa­ro agra­rio” es un LOCK OUT pa­tro­nal. Na­da más ale­ja­do de un re­cla­mo de los tra­ba­ja­do­res, o de los peo­nes ru­ra­les –en es­te ca­so– que es­ta im­pu­ne pro­tes­ta de los gran­des mo­no­po­lios ex­por­ta­do­res. Son ellos los que im­po­nen con­di­cio­nes de mi­se­ria a los pe­que­ños pro­duc­to­res ru­ra­les. El cam­pe­si­no que or­de­ña una va­ca tie­ne que ven­der­la al pre­cio que le im­pon­gan Mon­san­to y La Se­re­ní­si­ma. No es cier­to que sus mi­se­ra­bles con­di­cio­nes se des­pren­den de una re­ten­ción que el go­bier­no im­pon­ga a los mo­no­po­lios. Su mi­se­ria se des­pren­de de ser eter­nos re­he­nes de las con­di­cio­nes im­pues­tas por los gran­des mo­no­po­lios te­rra­te­nien­tes agroex­por­ta­do­res. Ellos im­po­nen, ade­más, los pre­cios de los fer­ti­li­zan­tes, de las se­mi­llas trans­gé­ni­cas, etc. Di­cho en otras pa­la­bras, no es el al­ma­ce­ne­ro de la es­qui­na quien pue­de im­po­ner el pre­cio de la le­che y otros pro­duc­tos: él vi­ve pre­so de los pre­cios im­pues­tos por los gran­des mo­no­po­lios de la in­dus­tria ali­men­ta­ria y de las ca­de­nas de dis­tri­bu­ción.
Por otro la­do, quie­nes en­ca­be­za­ron el “pa­ro agra­rio” son los mis­mos que ges­ta­ron el gol­pe del 24 de mar­zo de 1976, pre­pa­ran­do des­de mu­chos me­ses an­tes la or­ga­ni­za­ción pa­tro­nal (Ape­ge) que ape­ló a los mi­li­ta­res pa­ra aplas­tar al mo­vi­mien­to obre­ro y re­for­mu­lar la Ar­gen­ti­na pa­ra un mo­de­lo agroex­por­ta­dor que es el que hoy se lle­va ade­lan­te, de la ma­no de los al­tí­si­mos pre­cios in­ter­na­cio­na­les de la so­ja, por ejem­plo.

El ene­mi­go de mi ene­mi­go,
no es ne­ce­sa­ria­men­te mi ami­go
El go­bier­no de Cris­ti­na Kirch­ner –al igual que sus an­te­ce­so­res– no es pre­ci­sa­men­te un “go­bier­no po­pu­lar”. Es más, po­dría­mos de­cir que se ha re­ve­la­do co­mo un go­bier­no pro­fun­da­men­te an­tio­bre­ro, dis­pues­to a re­pri­mir to­da lu­cha de los tra­ba­ja­do­res en de­fen­sa de pues­tos de tra­ba­jo y/o del sa­la­rio y/o de las con­di­cio­nes la­bo­ra­les. En ese ca­rác­ter es que, a la vez, se mues­tra im­po­ten­te pa­ra neu­tra­li­zar el dis­cur­so de los gran­des te­rra­te­nien­tes. En cam­bio, or­ga­ni­za un ac­to en su apo­yo, ba­sa­do en los de­ca­den­tes apa­ra­tos po­lí­ti­cos y/o sin­di­ca­les de­pen­dien­tes de la ca­ja del Es­ta­do.
De las fa­bu­lo­sas re­ser­vas que dis­po­ne el BCRA, tras cin­co años de cre­ci­mien­to sos­te­ni­do –co­mo tan­to pro­cla­ma el Go­bier­no–, ni un so­lo pe­so se ha “de­rra­ma­do” pa­ra so­lu­cio­nar al­gu­no de los tan­tos pro­ble­mas ele­men­ta­les que pa­de­ce el grue­so de la po­bla­ción. An­te eso reac­cio­nan mu­chos sec­to­res cre­yen­do, in­ge­nua­men­te, que los “se­ño­res del cam­po” ven­drían a sal­var­nos de la in­jus­ti­cia pre­po­ten­te del ac­tual go­bier­no. Que un sec­tor bur­gués –de los más po­de­ro­sos– se que­je por­que le to­can un cen­ta­vo del bol­si­llo, no im­pli­ca que uno de­ba creer que ese re­cla­mo es en in­te­rés de los que me­nos tie­nen. Por lo con­tra­rio, ellos son in­sa­cia­bles: si pue­den ga­nar cien, ¡¡quie­ren dos­cien­tos!!, así sea al cos­to de de­sa­bas­te­cer al país de sus pro­duc­tos bá­si­cos.
En la Ar­gen­ti­na, no hay ra­zón al­gu­na pa­ra que un ter­cio de su po­bla­ción pa­se ham­bre. No se tra­ta de un país que tie­ne que ali­men­tar a 1.300 mi­llo­nes de per­so­nas, co­mo le ocu­rría a Chi­na an­tes de la re­vo­lu­ción, y ca­re­ce de re­cur­sos na­tu­ra­les pa­ra ha­cer­lo. No ha­ce fal­ta que la Ar­gen­ti­na sea so­cia­lis­ta ni re­vo­lu­cio­na­ria pa­ra que to­do ha­bi­tan­te co­ma. So­bran ali­men­tos. La prue­ba es­tá en el al­tí­si­mo ni­vel de ex­por­ta­cio­nes de ali­men­tos que rea­li­zan los mo­no­po­lios que han or­ga­ni­za­do el pa­ro y los cor­tes de ru­tas. Esa rea­li­dad tor­na más dra­má­ti­ca la si­tua­ción ac­tual y el en­fren­ta­mien­to de po­bres con­tra po­bres que pre­ten­den ge­ne­rar. ¿Por qué? Por­que los ex­plo­ta­dos he­mos que­da­do pre­sos de una dis­pu­ta mi­llo­na­ria en­tre dis­tin­tos sec­to­res bur­gue­ses. Don­de, cla­ra­men­te, los mo­no­po­lios agroex­por­ta­do­res y sus so­cios me­no­res de la FAA es­tán ac­tuan­do de la mis­ma ma­ne­ra que lo hi­cie­ron con­tra el go­bier­no po­pu­lar de Sal­va­dor Allen­de en Chi­le en 1973, o con la mo­vi­li­za­ción de Cor­pus Ch­ris­ti de ju­nio de 1955 con­tra Pe­rón.
A to­do eso hue­le el ac­tual “con­flic­to del cam­po”.
La po­bla­ción ex­plo­ta­da y opri­mi­da –las co­mu­ni­da­des in­dí­ge­nas, los cam­pe­si­nos sin tie­rras, los obre­ros des­pe­di­dos y hu­mi­lla­dos en to­do el país– no pue­de su­mar­se a es­te in­mun­do re­cla­mo de las pa­tro­na­les más po­de­ro­sas de la na­ción.
¡Que no nos con­fun­dan! Que hoy ellos se eri­jan en lí­de­res de la opo­si­ción al Go­bier­no no sig­ni­fi­ca que sean nues­tros de­fen­so­res.
Es una bur­la pa­ra to­do el pue­blo que se au­toad­ju­di­quen ser los con­ti­nua­do­res de los ca­ce­ro­la­zos del 2001. Por lo con­tra­rio, en aquel mo­men­to, la ma­yo­ría de la po­bla­ción tra­ba­ja­do­ra sa­lió a ma­ni­fes­tar­se en con­tra del go­bier­no de De la Rúa cuan­do és­te –an­te la des­co­mu­nal es­ta­fa mon­ta­da por el mi­nis­tro de Eco­no­mía, Do­min­go Ca­va­llo, que per­mi­tió la fu­ga de US$ 10.000 mi­llo­nes en una se­ma­na pre­vio a ins­ta­lar el “co­rra­li­to”– só­lo apli­có una “re­ce­ta”: es­ta­do de si­tio; es de­cir, re­pre­sión con­tra el pue­blo, tal co­mo lo tes­ti­mo­nian los más de 30 ase­si­na­tos aún hoy im­pu­nes.
Hoy, los gran­des me­dios de pren­sa co­la­bo­ra­ron a la men­ti­ra de que el pa­ro co­men­zó co­mo reac­ción an­te las du­ras pa­la­bras de la pre­si­den­ta. La ac­ti­tud de Cris­ti­na Kirch­ner, de sen­tar­se a una “me­sa de ne­go­cia­ción” con los que na­da quie­ren ne­go­ciar, es el co­rre­la­to ló­gi­co de su po­lí­ti­ca en la úl­ti­ma reu­nión del Gru­po de Río, a pos­te­rio­ri del bo­chor­no­so pa­pel ju­ga­do por el go­bier­no ar­gen­ti­no en la reu­nión de la OEA. Es que ellos son so­cios de los mis­mos sec­to­res ca­pi­ta­lis­tas que hoy lo en­fren­tan con los ta­po­nes de pun­ta. Es la mis­ma ac­ti­tud de ren­di­ción que an­te el Pa­pa cuan­do, ape­nas pro­cla­ma­da su vic­to­ria elec­to­ral, sa­lió a acla­rar que es­ta­ba en con­tra de le­ga­li­zar el abor­to. ¡Pe­se a que el Va­ti­ca­no ha­bía te­ni­do el atre­vi­mien­to de ava­lar al ca­pe­llán Ba­seot­to que de­cla­ró que el ex mi­nis­tro de Sa­lud, Gi­nés Gon­zá­lez Gar­cía, me­re­cía ser aho­ga­do en el mar con una pie­dra al cue­llo, tal co­mo ellos ha­bían he­cho con bue­na par­te de los des­pa­re­ci­dos!
Las po­lí­ti­cas de “con­ci­lia­ción” nun­ca han con­du­ci­do a buen puer­to.
Cuan­do los gran­des ca­pi­ta­lis­tas en­cuen­tran un “go­bier­no ami­go” que, des­de el dis­cur­so, alar­dea con el sen­ti­mien­to “na­cio­nal y po­pu­lar”, no ha­cen más que hos­ti­gar­lo pa­ra arran­car­le más y más de las su­cu­len­tas ga­nan­cias que ese mis­mo go­bier­no ya les pro­vee a cos­ta de man­te­ner el ham­bre del pue­blo.
A la vez, es­ta rea­li­dad mues­tra, des­car­na­da­men­te, las li­mi­ta­cio­nes de ese dis­cur­so “Nac­&Pop”, in­ca­paz en es­tos tiem­pos de en­fren­tar de­ci­di­da­men­te a los gran­des pul­pos mo­no­pó­li­cos de la úni­ca ma­ne­ra en que es po­si­ble ha­cer­lo: con el pue­blo tra­ba­ja­dor mo­vi­li­za­do pa­ra im­pe­dir que lo si­gan ex­tor­sio­nan­do. Pe­ro, cla­ro, ¿có­mo van a mo­vi­li­zar al pue­blo tra­ba­ja­dor si el pro­pio go­bier­no es el que lo re­pri­me día tras día? La pre­si­den­ta ha­ce alar­de de que siem­pre ha es­ta­do dis­pues­ta al diá­lo­go con to­dos los sec­to­res. Pe­ro sus puer­tas siem­pre es­tu­vie­ron ce­rra­das pa­ra las en­tre­vis­tas que le pi­die­ron las ma­dres de los em­plea­dos des­pe­di­dos del Ca­si­no.
Quie­nes ja­más com­par­ti­mos la ideo­lo­gía “pe­ro­nis­ta” de con­ci­lia­ción de cla­ses, al igual que nues­tros com­pa­ñe­ros que con­fia­ron du­ran­te dé­ca­das en un más so­ña­do que real pe­ro­nis­mo “de iz­quier­da”, no po­de­mos me­nos que re­co­no­cer en los ac­tua­les di­ri­gen­tes del lla­ma­do “pa­ro agra­rio” a los gol­pis­tas de siem­pre. A los que gol­pea­ron las puer­tas de los cuar­te­les en 1976 y hoy, cuan­do los mi­li­ta­res es­tán en el más com­ple­to des­pres­ti­gio, ape­lan al des­con­ten­to po­pu­lar –en par­ti­cu­lar el de sus cla­ses me­dias– pa­ra de­fen­der su in­sa­cia­ble bol­si­llo. Ahí es don­de apa­re­cen los “ca­ce­ro­le­ros” de la Con­cer­ta­ción Cí­vi­ca de Ca­rrió y el PRO de Ma­cri.
Hoy, cuan­do des­de es­ta ar­te­ra po­si­ción ape­lan a la me­mo­ria po­pu­lar del “Que se Va­yan To­dos”, les res­pon­de­mos que se­ría un gran pro­gre­so pa­ra el con­jun­to del país, que se va­yan ellos. Es de­cir, que el pue­blo se mo­vi­li­ce no pre­ci­sa­men­te pa­ra apo­yar­los co­mo lí­de­res de sus jus­tos des­con­ten­tos, si­no pa­ra ha­cer­les pa­gar to­das las cuen­tas que nos de­ben por la de­pre­da­ción de to­das las ri­que­zas; por los sue­los que se ago­tan de­bi­do a su ina­go­ta­ble sed de ga­nan­cia que les ha­ce plan­tar so­ja in­dis­cri­mi­na­da­men­te sin ro­tar los cul­ti­vos; por su vuel­co ac­tual al maíz de­bi­do al au­ge del bio­com­bus­ti­ble; por su ta­la in­dis­cri­mi­na­da que ame­na­za con un ge­no­ci­dio a la po­bla­ción in­dí­ge­na del no­res­te ar­gen­ti­no; por con­ver­tir a to­da la po­bla­ción en re­hén de sus in­te­re­ses; por su in­fa­me y ofen­si­va ri­que­za a cos­ta de la des­nu­tri­ción y la muer­te de nues­tros ni­ños, mien­tras ellos se en­ri­que­cen con las for­tu­nas que les pro­vee un mer­ca­do in­ter­na­cio­nal co­yun­tu­ral­men­te fa­vo­ra­ble, de­bi­do a que otros pue­blos tam­bién mue­ren de ham­bre si no re­ci­ben los ali­men­tos de es­tos ver­da­de­ros bui­tres de la hu­ma­ni­dad.
¡Que se va­yan ellos! Que de­jen de cor­tar ru­tas con sus 4x4, los mis­mos que pi­die­ron re­pre­sión cuan­do las cor­ta­ron los de­so­cu­pa­dos (des­de Cu­tral Co en ade­lan­te) pa­ra que se vi­sua­li­ce que exis­te gen­te que pa­sa ham­bre en un país que ali­men­ta al 5% de la po­bla­ción mun­dial. Que no se con­fun­da el pue­blo cre­yen­do que, por­que se opo­nen al go­bier­no que nos ham­brea, ellos pue­den ser una op­ción. ¡No!, ellos son los mis­mos que fu­ga­ron ca­pi­ta­les al ex­te­rior y su­mie­ron al país en el es­ta­do de ce­sa­ción de pa­gos cu­yas con­se­cuen­cias car­ga­ron a nues­tra cuen­ta. Ellos son los gol­pis­tas de to­da la vi­da. Ellos son los gran­des so­cios de la ban­ca sa­quea­do­ra. Ellos son los due­ños de los fe­rro­ca­rri­les de car­ga pri­va­ti­za­dos que de­ja­ron por el sue­lo al trans­por­te de pa­sa­je­ros. Ellos son los que ama­sa­ron sus for­tu­nas –co­mo di­ría Sar­mien­to– vien­do “co­mo los to­ros se co­gen a las va­cas” u, hoy, vien­do co­mo cre­ce un plan­tín de so­ja que con­tra­ban­dean al Uru­guay pa­ra ex­por­tar des­de allí por­que en ese país no hay re­ten­cio­nes. Ellos son los que jue­gan al de­sa­bas­te­ci­mien­to, co­mo lo han he­cho siem­pre que un go­bier­no les to­có una mo­ne­da. Aho­ra, ade­más, ame­na­zan con ir­se a pro­du­cir a Pa­ra­guay o Bo­li­via. Só­lo por eso, se les de­be­rían con­fis­car de in­me­dia­to to­das sus cuen­tas y ex­pro­piar­les sus tie­rras.
Bas­ta de me­di­das ar­ti­fi­cia­les de un go­bier­no que es su prin­ci­pal so­cio; que ha pro­rro­ga­do ca­si has­ta el 2050 la ex­plo­ta­ción del pe­tró­leo y del gas en be­ne­fi­cio de las gran­des em­pre­sas mo­no­pó­li­cas ex­tran­je­ras. ¡No nos de­je­mos con­fun­dir! ¡Bas­ta de iz­quier­das que bus­can la “con­sig­na má­gi­ca” que sir­va “pa­ra mo­vi­li­zar” atrás de lo que sea y de quien sea, en nom­bre de una bas­tar­da in­ter­pre­ta­ción del “Pro­gra­ma de Tran­si­ción”! ¡Que no apo­yen, en nom­bre de Marx, Le­nin y Trotsky, a es­tos se­ño­res del ham­bre y de la in­fa­mia, y a su go­bier­no, que se en­ri­que­cen con el su­dor del pue­blo, y re­cla­man más y más!
Tam­bién de­pen­de de no­so­tros, de nues­tra re­fle­xión y de nues­tra ac­ti­tud, po­ner­le fre­no a es­tos gran­des ca­pi­ta­lis­tas que, en­ci­ma, nos quie­ren to­mar por ton­tos, si no­so­tros nos de­ja­mos.
¡QUE SE VA­YAN ELLOS! Que se va­yan to­dos los ex­plo­ta­do­res (na­cio­na­les e in­ter­na­cion­les), sus agen­tes po­lí­ti­cos, ju­di­cia­les, mi­li­ta­res, po­li­cia­les, ecle­siás­ti­cos; los Mo­ya­no y D’E­lía, y los re­pre­so­res.
Pa­ra que se va­yan; HAY QUE ECHAR­LOS, me­dian­te la mo­vi­li­za­ción po­pu­lar or­ga­ni­za­da en asam­bleas ba­rria­les y cam­pe­si­nas de ba­se, com­ple­ta­men­te in­de­pen­dien­tes de las pa­tro­na­les, de su Es­ta­do y de sus go­bier­nos de tur­no.

L. Ru­bia­les