PARA QUE LA HUMANIDAD Y EL MUNDO VIVAN
el capitalismo y el imperialismo deben morir
1º de MAYO: antimperialista, anticapitalista, 
antiburocrático, socialista e internacionalista
- Por la derrota de los imperialistas y sus guerras.
- Viva la resistencia popular contra los ajustes de la crisis.
- Fuera las tropas argentinas de Haití - Fuera ingleses de Malvinas - Fuera la IV Flota y las bases yanquis de América Latina.
- Contra el racismo, la xenofobia y toda forma de discriminación.
- Separación de la Iglesia y el Estado.
- Por el derecho al trabajo, el salario, la libre agremiación, la jornada de ocho horas, las libertades y todas las conquistas obreras.
- Por la defensa y el apoyo a todas las luchas y sus delegados independientes del Estado, las patronales y las burocracias.
- Libertad a los luchadores populares presos y desprocesamiento de los perseguidos.
- No al pago de la deuda (interna y externa).
- Aparición de Julio López y tod@s los desparecid@s en “democracia”.
- Basta de impunidad del Estado genocida: de los explotadores, de sus gobiernos y los burócratas asesinos a su servicio.
- Por una coordinación internacional de quienes nos reclamamos militantes por la revolución socialista.
Han pasado 122 años desde que la clase obrera organizada en la IIª Internacional revolucionaria lanzó su primer llamado a una huelga general mundial en demanda de la jornada de ocho horas.
La fecha elegida conmemoraba las heroicas luchas en Chicago que, cuatro años antes, culminaron con la ejecución en la horca de Parsons, Spies, Fischer y Engel (los “mártires de Chicago”).
La lucha obrera enfrentaba, en aquellos años, a un capitalismo floreciente que aún no avizoraba su pronta crisis, que estallaría en guerras mundiales desde 1914.
Hoy, en su plena crisis, desatada en septiembre del 2008, el capitalismo imperialista (estadounidense y europeo) es causa y efecto de esa crisis, ya que es quien tiene el poder en el mundo, sin ningún antagonista, como pudo ser durante décadas el “modelo” estalinista. En consecuencia, sus distintas fracciones se disputan el control mayoritario de las riquezas del planeta, lo que se traduce en la proliferación de guerras (Afganistán, Irak, Medio Oriente, toda Africa) y en el avance del militarismo allí donde no hay guerras declaradas (como la reinstalación de la IV Flota en el mar Caribe y la multiplicación de bases militares, desde Malvinas hasta Colombia, por ejemplo). Desde el mediático atentado a las Torres Gemelas el 11S del 2001, Estados Unidos se lanzó al asalto del mundo con el objetivo estratégico de ahogar a la economía de China, con su crecimiento sostenido a lo largo de décadas, y que le está disputando a los imperios tradicionales de occidente el control de la mayoría accionaria de sus principales empresas.
Acompañando este curso guerrerista y militarista, todos los parlamentos capitalistas han votado la llamada “ley antiterrorista” dictada por Estados Unidos, que se reproduce como un calco desde España hasta toda la América Latina, destinada a reprimir las luchas obreras y populares.

Europa se encuentra sacudida por los “indignados”, ante el hecho de que les llegó la hora de pagar con su propia fuerza de trabajo, lo que durante más de 60 años sostuvieron con la explotación y el saqueo de sus colonias o semicolonias, como la Argentina, entre muchos otros.
Ahora hasta quieren imponer reformas constitucionales en todos los países, para legitimar la intervención de las autoridades financieras de la Unión Europea por encima de los estados, tal como han hecho en Grecia el año pasado, con la designación de Papademos, ex vicepresidente del Banco Central Europeo. Ese es el “internacionalismo” del capital que le niegan a los trabajadores, a los que compartimentan en fronteras cada vez más multiplicadas.

Africa tiene el raro mérito de concentrar en su territorio la mayor acumulación de riquezas del planeta (en agua, minerales e hidrocarburos), al mismo tiempo que detenta los mayores índices de pobreza para su población. Las guerras que la desangran, por añadidura, son incontables. Y no responden a “enfrentamientos tribales salvajes” como quieren mostrarnos por TV, sino a la puja de intereses de distintos grupos monopólicos imperialistas que se disputan la explotación de ese vergel del mundo.
Desde la inmolación pública del tunecino Wasasi, en diciembre de 2010, un reguero de levantamientos populares antidictatoriales ha sacudido el norte del continente (Egipto, Libia...). Pero todos ellos han sido amañados institucionalmente por las fuerzas imperialistas en acuerdo con los megamillonarios capitalistas locales, que también se disputan el primer lugar en el saqueo de la plusvalía.

Para la presidenta argentina, este mundo en crisis representa una “oportunidad” y considera que la economía del país está “blindada”. No obstante, se ve obligada a tomar medidas como la expropiación parcial de las acciones de YPF para poder afrontar el endeudamiento provocado por el vaciamiento permitido desde el Estado para las ganancias capitalistas. Poco importa si se trata de capitales nacionales o extranjeros, cuando lo que se avala es el saqueo indiscriminado y la desinversión que provocan catástrofes como la reciente masacre en el ferrocarril Sarmiento.
Nada demuestra más su amplia voluntad de vasallaje a la dominación imperialista que el hecho de haber sido la punta de lanza, detrás del Brasil de Lula, para la conformación de una fuerza de ocupación de Haití, al servicio de Estados Unidos.

Tanto en el siglo XIX como en el XXI, el capital no reconoce fronteras, y se mueve libre como el viento buscando los mercados que aporten a su bolsillo, a costa de lo que sea. Las fronteras sólo existen y se multiplican para dividir y debilitar la fuerza de los trabajadores.
Proyectos continentales para promover la unidad de los países expoliados por Estados Unidos, están destinados al fracaso en tanto pretendan darse de la mano con los Estados Unidos. La última Cumbre así lo expresa, sencillamente partiendo de la base de que los países de la América Latina sojuzgada intenten resolver sus problemas sentándose a la misma mesa que los Estados Unidos, que son la fuente de todos aquellos problemas que intentamos resolver.

Muy lejos estamos hoy de un sindicalismo que convoque a huelgas generales, y mucho menos a escala mundial. Aunque ello sería más necesario que nunca. La burguesía aprendió mucho de sus enemigos (los obreros) y de sus experiencias de lucha, en particular de la Revolución Rusa y sus consecuencias.
Por eso, su gran triunfo político ha consistido en ganar la cabeza de los trabajadores para legitimar la idea de una supuesta alianza del capital y el trabajo. Esto es así en todo el mundo, y muy particularmente en la Argentina peronista.
En nombre de los trabajadores, se ha designado al 1ro. de Mayo, como “la fiesta del trabajo”, desvirtuando por completo su contenido de lucha obrera contra el capital, y de la sangre obrera derramada en esa lucha.
Y si algo hacía falta para desvirtuar ese carácter de lucha, no sólo se ha impuesto como día feriado, sino que ahora se agregan los llamados “feriados puente” que hacen prácticamente imposible la articulación de alguna medida de fuerza en este día.

La CGT expresa también en estos días las disputas intercapitalistas, ya que todos sus dirigentes dejaron desde los 90 su rol de intermediarios, para pasar a ser asociados en todos los grandes negocios capitalistas.
Por eso, la unidad del movimiento obrero no pasa por la unidad de la actual CGT. Toda grieta que se abra entre ellos, será beneficiosa para los trabajadores si por ella podemos colar la lucha por nuestros reclamos.
Pero nuestro camino transita por veredas opuestas: para defender nuestro interés de clase hace falta un sindicalismo clasista y combativo. Pero, sobre todo, hace falta que ese sindicalismo se organice con completa independencia del Estado capitalista, de las patronales, de sus gobiernos de turno y de los viejos burócratas a su servicio, hoy empresarios.
Más allá de la validez de la presentación de simbólicas listas de oposición para poner votos en una urna, hay que ser conscientes de que la lucha por enterrar a la vieja burocracia sindical y a las estructuras heredadas de la ley de asociaciones profesionales de Perón, no se dará de forma pacífica. Incluso los últimos enfrentamientos entre distintas fracciones de la Uocra, así lo expresan, por si faltaran los ejemplos de las miles de veces en que desde un sindicato se arremetió contra las cabezas de los trabajadores en lucha.
La pelea por organizaciones gremiales al servicio exclusivo del interés obrero sólo puede concebirse, en consecuencia, como guerra civil contra la dirigencia hambreadora, socia de las mismas patronales frente a las que supuestamente nos representa. Si alcanzáramos tal triunfo, seguramente estaríamos instaurando otro tipo de organización, democrática y para la lucha, completamente ajena a los actuales estatutos sindicales.

Por el lado de los explotados, pocas veces en la historia hemos registrado mayor cantidad de luchas y más virulencia en ellas. Pero todas, en el mundo y en la Argentina, adolecen del mismo problema:
proliferan las luchas por los más diversos problemas (por el salario, contra las políticas depredadoras y contaminantes del medio ambiente, por las masacres ocasionadas por el saqueo de los transportes privatizados...). Sin embargo, todas estas luchas se dan atomizadas, por separado, con lo que carecen de la contundencia necesaria incluso para alcanzar incluso los reclamos parciales.
Y, consecuentemente, esta atomización se expresará también el 1º de Mayo, donde cada agrupamiento hace sus convocatorias sólo en función de sus propios aparatitos políticos, cada vez más diezmados, mientras el capital y el Gobierno avanzan más y más sobre los bolsillos y las condiciones de vida de la clase trabajadora (ocupada y desocupada).

Desde el punto de vista de la LSR, hubiera sido necesaria una convocatoria verdaderamente unitaria y sin condicionamientos, para posibilitar la participación masiva de los trabajadores, esgrimiendo sus múltiples reclamos.
En este marco, saludamos todos los actos obreros que se realicen este 1º de Mayo, y reconocemos que los procesos asamblearios del 2001 y los triunfos gremiales en salud, subtes, telefónicos, etc., a comienzos del 2005, han dejado sembrada la semilla de un nuevo sindicalismo. Sin embargo, ese fenómeno no ha madurado hasta el punto de lograr hoy un papel protagónico. Entre otras cosas, no es menor que la mayoría de las organizaciones obreras adoptaran la consigna “Que la crisis la paguen los capitalistas”. Consigna que entraña un objetivo absolutamente imposible de realizar mientras los capitalistas conserven el poder en sus manos, y sin que nadie lo cuestione.

A diferencia de aquel 1º de Mayo de 1890, que 27 años después alumbró la revolución obrera y socialista en Rusia, muy lejos parece estar hoy la existencia de una organización social y política de masas que pueda orientar la pelea hasta una victoria revolucionaria frente a los capitalistas y sus Estados.
Pero en ningún lugar está escrito que tal organización surgirá sólo desde la acumulación en el terreno sindical o sólo desde el terreno político. Tampoco, que haya un camino evolutivo hacia su conformación, ni que esta posibilidad deba descartarse.
Por todo esto, desde la Liga Socialista Revolucionaria apoyamos a todas las incipientes direcciones sindicales antiburocráticas y antipatronales, más allá de cuál sea el grado de maduración actual de sus ideologías. Por otro lado, seguimos intentando una coordinación de quienes reivindicamos, hoy, el socialismo revolucionario alrededor de algunos aspectos básicos:
Sólo la revolución socialista internacional puede poner fin a las guerras.
Toda derrota parcial que sufra el imperialismo en sus guerras es un paso adelante para la humanidad toda.
El Estado capitalista (sea imperialista o más o menos colonial) debe ser enterrado por la revolución socialista, para que ésta pueda triunfar.
En América Latina, así nazca a escala de un país, la revolución socialista sólo puede concebirse con carácter continental, barriendo las artificiales fronteras heredadas de la supuesta “independencia” burguesa en el sur del continente e impuestas por la acción de Inglaterra y Estados Unidos en Centroamérica.
Estas revoluciones sólo pueden materializarse como producto de la acción de grandes masas.
Una revolución socialista triunfante no será tal si el poder burgués no es derrotado en todos los terrenos por el movimiento obrero y de masas, que instaure y construya su propio poder basado en los organismos surgidos al calor de esa pelea.
El impulso de estos objetivos sigue siendo el compromiso de la Liga Socialista Revolucionaria.
En memoria y homenaje de los Mártires de Chicago, de todos los inmigrantes que conformaron la América moderna, trayendo sus experiencias anarquistas y socialistas, y de todos los que dedican su vida a la militancia para que el proletariado adquiera conciencia de clase “para sí” y se disponga a acabar con todas las lacras y desgracias que emanan del sistema de explotación, en defensa de su calidad de individuos únicos, irrepetibles e irremplazables en la historia, viviendo en armonía con la naturaleza, para lo cual es necesario desterrar el poder capitalista de la faz del planeta. 
Para QUE SE VAYAN TODOS los explotadores y sus múltiples agentes, y los reemplace el poder popular organizado: HAY QUE ECHARLOS
¡Viva la lucha internacional de los trabajadores!
Revolución Socialista o más guerras,
más militarismo y más barbarie capitalista