Compartimos para su difusión una nota del editor de Palabra Socialista de Costa Rica del 22/07/2014 (más información en: palabrasocialista.org)

Zionismo = nazional-socialismo israelí
Los socialistas revolucionarios no tenemos ningún problema en llamar a las cosas por su nombre.
Los israelíes son nacional-socialistas es decir, nazis, es decir zionistas.
Lo son desde que, en 1947 se ampararon en las Naciones Unidas, Inglaterra, EEUU y la Unión Soviética,  para echar a andar su plan de invasión de Palestina y de expulsión y desaparición de los originarios del lugar.
Nada diferente a lo que hicieron españoles, ingleses, portugueses, holandeses, belgas, franceses, con los pueblos originarios de América, África, Asia: invadir terreno ajeno, capturarlo, poner a los legítimos dueños en condiciones de fuerza de trabajo sobre-explotada.
En América, en nombre de La Cruz y La Espada; en Palestina, en nombre de la Tierra Prometida.
Lo que ocurre en Gaza no es otra cosa que el intento (¿enésimo?) de echar al mar a los, desde siempre, dueños de esas tierras.
Los socialistas revolucionarios hemos planteado que la solución es una Palestina multiétnica, laica y democrática en la que puedan vivir y convivir, judíos, cristianos, árabes y otros pueblos con otras religiones.
Pero la resolución de 1947 hizo que los judíos jugaran el triste papel de peón de los imperialistas y capataz de los árabes.
Hoy, cuando la zona está sufriendo los reacomodos necesarios para dejar encarrilado el camino de la tercera guerra mundial, lo que hace el gobierno israelí es sumarse a lo que ocurre en Irak y al derribo del avión malasio.
Evidentemente, se aceleró el proceso de formación de bandos y, antes de largar la guerra, la verdadera, se requiere ir derrotando a los posibles aliados de los opositores a las burguesías imperialistas y, fundamentalmente, al movimiento de masas. Recordemos que la primera guerra mundial fue posible por la división de la Segunda Internacional y que la segunda guerra mundial se asentó en las derrotas de  las revoluciones rusa, alemana, italiana, húngara y china a lo que se debe sumar el inicio de la contrarrevolución española.
La agresión israelí, si triunfa, adelanta la derrota iraní y de la revolución bolivariana y encamina hacia la guerra de EEUU, OTAN y Japón contra Rusia y China, centralmente.
¡Debemos parar este genocidio y
el supergenocidio que se prepara!
Nota del editor de Palabra Socialista de Costa Rica - 22/07/2014
Conquistar la independencia, contra los buitres de siempre...
Una vez más, las burguesías locales y sus representantes políticos nos proponen conmemorar "la independencia nacional". Pero ¿existió genuinamente una tal "independencia" alguna vez en nuestra historia? 
El carácter casi inexistente de aquella proclamada independencia, puede sintetizarse en las palabras del Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien no tuvo empacho en afirmar, frente al reclamo de los "fondos buitre": "Hay que hacer lo que diga el juez Griesa". Conceptos tan elementales como el de "soberanía política" no entran siquiera en la imaginación de este genuino representante de "la burguesía nacional"... Y esto no es casual, toda la historia de la conformación de las burguesías locales tuvo un carácter absolutamente parasitario, asociado a vivir a la sombra de negocios tan "nobles" como el contrabando realizado por las potencias de la época, y a amasar sus fortunas sentándose tranquilamente a ver crecer el pasto que alimentaría a las vacas que se reproducirían sin necesidad de que ellos hicieran nada más que observar cómo los toros seguían los instintos de la naturaleza, y hacían lo suyo...
El cinismo de los caradura explotadores locales, aunque no hayan visto una vaca en su vida, tiene menos límites que sus antecesores del siglo XIX; y hoy alzan sus voces horrorizados porque las posibles consecuencias de las actuales "negociaciones" comprometerán el accionar de los futuros gobiernos... ¡Y ellos lo dicen!, ellos que nos proponen reivindicar el bicentenario que dio lugar al presidente más homenajeado de nuestra historia, hasta tal punto que da nombre a la avenida más extensa del país: Bernardino Rivadavia. Este "benemérito patriota" fue el artífice del primer endeudamiento del país, siendo ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador bonaerense general Martín Rodríguez, cuando acordó un empréstito por un millón de libras esterlinas con la Banca Baring Brothers... Deuda que, aun hoy, seguimos pagando, y asumiendo bajo otras formas, en un espiral de endeudamiento que se prolonga hasta el infinito, manteniéndonos endeudados con más deudas, convenciéndonos de que para progresar necesitamos más y más deudas... ya que es la manera de mantener sometidos a nuestros pueblos al yugo de los intereses de las grandes potencias que dominan el mundo: antes, los grandes imperios; hoy, los capitales imperialistas que esparcen sus tentáculos fagocitando toda la riqueza que surge del trabajo humano.
En síntesis, la tarea de liberarnos del yugo de los buitres explotadores sigue pendiente para los explotados de la Argentina y de toda la América Latina.
Desde la LSR seguimos afirmando: 
PARA QUE LA HUMANIDAD Y EL MUNDO VIVAN, 
EL IMPERIALISMO Y EL CAPITALISMO DEBEN MORIR.
- Fuera las tropas argentinas de Haití -
- Fuera ingleses de Malvinas - 
- Fuera la IV Flota y las bases yanquis
de América latina -
Llamamos a actuar en consecuencia con estas convicciones, construyendo un partido que luche por estos ideales inconclusos en el seno de los explotados y oprimidos del continente.

Para una mayor comprensión de nuestra historia, reproduzco más abajo uno de los artículos centrales de Bandera Roja Nº 85, elaborado por Jorge Guidobono en enero de 2005.
L. Rubiales
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An­tim­pe­ria­lis­ta, an­ti­ca­pi­ta­lis­ta y so­cia­lis­ta:
La re­vo­lu­ción la­ti­noa­me­ri­ca­na co­mo pro­ce­so úni­co ha­cia una Fe­de­ra­ción Socialista Continental
por JORGE GUIDOBONO, 21/01/2005

La in­de­pen­den­cia po­lí­ti­ca pro­cla­ma­da ca­si dos si­glos atrás se rea­li­zó den­tro y co­mo par­te del as­cen­so del ca­pi­ta­lis­mo in­glés y con bur­gue­sías na­ti­vas aso­cia­das des­de el va­mos al mer­ca­do mun­dial con­tro­la­do, bá­si­ca­men­te, por In­gla­te­rra.
Con es­te ori­gen, las bur­gue­sías la­ti­noa­me­ri­ca­nas no na­cie­ron con in­te­re­ses con­tra­dic­to­rios con los del vie­jo or­den eco­nó­mi­co co­lo­nial. Por eso, en lo fun­da­men­tal, no pre­ten­die­ron cam­biar re­vo­lu­cio­na­ria­men­te ese or­den si­no, sim­ple­men­te, in­ser­tar­se en él. Eso ex­pli­ca, tam­bién, que no ha­ya ha­bi­do re­vo­lu­cio­nes que die­ran la tie­rra a los cam­pe­si­nos, los in­dios y los es­cla­vos ne­gros, con lo que hu­bie­ran crea­do un gran mer­ca­do in­ter­no de con­su­mo.
Los lí­de­res re­vo­lu­cio­na­rios bur­gue­ses con pro­yec­tos ra­di­ca­les, fue­ron com­ba­ti­dos y trai­cio­na­dos abier­ta­men­te por las bur­gue­sías lo­ca­les.
Así es que la mi­tad del con­ti­nen­te –Bra­sil– pa­só, sin gue­rras ni re­vo­lu­cio­nes, del do­mi­nio po­lí­ti­co for­mal de Por­tu­gal, a ma­nos de la po­ten­cia im­pe­rial que, a su vez, lo do­mi­na­ba (In­gla­te­rra). El cam­bio no fue trau­má­ti­co; más bien fue pa­re­ci­do al cam­bio de un tra­je, con mo­nar­quía y es­cla­vis­mo in­clui­dos has­ta fi­nes del si­glo XIX.
La par­te que de­pen­día de Es­pa­ña frag­men­tó sus vi­rrey­na­tos en nu­me­ro­sos paí­ses, en alian­za de las bur­gue­sías lo­ca­les con In­gla­te­rra.
Na­ció así un con­ti­nen­te bal­ca­ni­za­do y fun­cio­nal al im­pe­ria­lis­mo in­glés has­ta la cri­sis de 1930 y al es­ta­dou­ni­den­se des­pués, que re­le­vó al an­te­rior, en irre­ver­si­ble de­ca­den­cia.
No va­mos a ha­cer un re­pa­so de­ta­lla­do de es­te pro­ce­so que re­co­rrió el si­glo XX des­de la gi­gan­tes­ca re­vo­lu­ción me­xi­ca­na que se ini­ció en 1910. Só­lo di­re­mos unas pa­la­bras so­bre al­gu­nos hi­tos im­por­tan­tes, y arries­ga­re­mos al­gu­nas con­clu­sio­nes.
El Apra del Pe­rú de Ha­ya de la To­rre –que tu­vo el acier­to de plan­tear el pro­ble­ma pe­rua­no en tér­mi­nos la­ti­noa­me­ri­ca­nos– se en­fren­tó fra­ca­sa­da­men­te con la bur­gue­sía lo­cal, que lo de­rro­tó en le­van­ta­mien­tos ar­ma­dos y lo pros­cri­bió has­ta que per­die­ra to­do su fi­lo re­vo­lu­cio­na­rio.
El MNR bo­li­via­no tie­ne el mé­ri­to de ha­ber si­do par­te del ini­cio de la re­vo­lu­ción de abril de 1952 que des­tru­yó el Ejér­ci­to –y lo hi­zo des­fi­lar en cal­zon­ci­llos– a ma­nos de mi­ne­ros alia­dos a po­li­cías y po­bla­do­res de ba­rria­das obre­ras de La Paz, abrien­do el pro­ce­so re­vo­lu­cio­na­rio más pro­fun­do has­ta en­ton­ces en la re­gión.
Pe­rón, en la Ar­gen­ti­na, apro­ve­chó la cri­sis de he­ge­mo­nía im­pe­ria­lis­ta que pro­vo­có la se­gun­da gue­rra mun­dial en­tre In­gla­te­rra (has­ta en­ton­ces do­mi­nan­te, pe­ro en fran­co re­tro­ce­so) y Es­ta­dos Uni­dos (en as­cen­so). El me­ga­ne­go­cio de las ex­por­ta­cio­nes du­ran­te la gue­rra les per­mi­tió a los ca­pi­ta­lis­tas acu­mu­lar gran­des ga­nan­cias a cos­ta del Es­ta­do, y tam­bién sig­ni­fi­có pa­ra los tra­ba­ja­do­res be­ne­fi­cios iné­di­tos, de los que fue­ron des­po­ja­dos du­ran­te el me­dio si­glo si­guien­te, in­clu­yen­do los años del re­tor­no del pe­ro­nis­mo –y de Pe­rón– al po­der en la pri­me­ra mi­tad de la dé­ca­da de los ’70.
El gi­gan­te de la re­gión –Bra­sil– vi­vió un in­ten­to na­cio­na­lis­ta en­car­na­do pri­me­ro por Ge­tu­lio Var­gas –que cul­mi­nó con su pro­pio sui­ci­dio en 1954– y lue­go por Jõao Gou­lart, al que pu­so fin el gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de 1964. Gol­pe que fue pla­ni­fi­ca­do por la Es­cue­la Su­pe­rior de Gue­rra, pa­ra “ha­cer un país mo­der­no” que fue el pa­raí­so de los mo­no­po­lios, en par­ti­cu­lar los au­to­mo­tri­ces. Bra­sil se con­vir­tió en el pri­mer “ti­gre”, don­de los mo­no­po­lios pu­die­ron ba­jar si­de­ral­men­te sus cos­tos en sa­la­rios, mu­cho an­tes que en el su­des­te asiá­ti­co. Y si­gue sien­do el país con la más re­gre­si­va dis­tri­bu­ción de la ren­ta, con mi­llo­nes de anal­fa­be­tos y ham­brien­tos a quie­nes no sa­ca de esa con­di­ción el rim­bom­ban­te plan “Ham­bre Ce­ro” pro­cla­ma­do –y no con­cre­ta­do– por Lu­la.
Un fe­nó­me­no bas­tan­te dis­tin­to fue el li­de­ra­do por la Uni­dad Po­pu­lar chi­le­na. Fue un pro­ce­so he­ge­mo­ni­za­do por el re­for­mis­mo de ori­gen obre­ro (PS y PC), que ter­mi­nó en la con­tra­rre­vo­lu­ción del 11 de sep­tiem­bre de 1973. És­ta pu­do im­po­ner­se no por fal­ta de ar­mas que la en­fren­ta­ran –que las ha­bía– si­no por la au­sen­cia de una di­rec­ción po­lí­ti­ca re­vo­lu­cio­na­ria dis­pues­ta a aplas­tar al fa­cis­mo de la úni­ca for­ma en que es po­si­ble ha­cer­lo: a san­gre y fue­go. Pe­ro pa­ra ello ha­ce fal­ta, en pri­mer lu­gar, re­co­no­cer­lo y no ma­rear­se con ilu­sio­nes en la de­mo­cra­cia bur­gue­sa y en la “leal­tad” de la bur­gue­sía y sus fuer­zas ar­ma­das ha­cia ella.
Di­ver­sos ana­lis­tas pro­nos­ti­can, hoy, un fu­tu­ro som­brío pa­ra los pró­xi­mos 20 años de La­ti­noa­mé­ri­ca. Si no me­dian cam­bios re­vo­lu­cio­na­rios, ese pro­nós­ti­co se cum­pli­rá.
To­das las va­rian­tes na­cio­na­lis­tas bur­gue­sas y/o re­for­mis­tas han si­do la con­ti­nui­dad del fias­co de la in­de­pen­den­cia po­lí­ti­ca pro­cla­ma­da en los al­bo­res del si­glo XIX. No era po­si­ble cons­ti­tuir paí­ses bur­gue­ses só­li­dos, sin ata­du­ras con los cen­tros im­pe­ria­les, sin una re­vo­lu­ción que los de­rro­ta­ra.
Ca­te­gó­ri­ca­men­te, si­gue vi­gen­te la vie­ja de­fi­ni­ción de Trotsky acer­ca de que el pro­ble­ma na­cio­nal y el de la tie­rra só­lo pue­den ser re­suel­tos por una re­vo­lu­ción obre­ra, po­pu­lar y cam­pe­si­na que ba­rra con el po­der bur­gués e ins­tau­re un po­der opues­to, de nue­vo ti­po, en una pers­pec­ti­va so­cia­lis­ta. Él lla­ma­ba a eso “re­vo­lu­ción per­ma­nen­te”.

La re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta es ne­ce­sa­ria y po­si­ble
Par­te de la do­mi­na­ción ideo­ló­gi­ca que ejer­ce la cla­se que de­ten­ta el po­der, con­sis­te en mos­trar co­mo im­po­si­ble un cam­bio to­tal de la rea­li­dad. En eso si­gue al es­cla­vis­mo y al feu­da­lis­mo, por ejem­plo, que tra­ta­ban de de­mos­trar que era po­si­ble me­jo­rar el or­den exis­ten­te sin ti­rar­lo aba­jo pa­ra cons­truir una nue­va so­cie­dad, pe­ro sin des­truir el vie­jo or­den. És­ta es una tram­pa ideo­ló­gi­ca pa­ra per­pe­tuar su do­mi­na­ción eco­nó­mi­ca y so­cial. 
To­do el de­sa­rro­llo his­tó­ri­co de la hu­ma­ni­dad ha de­mos­tra­do lo opues­to: hay que ter­mi­nar con to­do el po­der do­mi­nan­te pa­ra em­pe­zar a sa­lir del in­fier­no ca­pi­ta­lis­ta-im­pe­ria­lis­ta. De eso se tra­ta.
En rea­li­dad, en es­tos dos si­glos, los paí­ses del sur son aun más de­pen­dien­tes que du­ran­te el oca­so del im­pe­rio es­pa­ñol, in­ca­paz –por ejem­plo– de com­pe­tir con el con­tra­ban­do in­glés. Los gri­lle­tes de la es­cla­vi­tud se han mo­di­fi­ca­do pe­ro son ca­da vez más as­fi­xian­tes.
Aun­que re­sul­te más fá­cil de es­cri­bir que de rea­li­zar, se tra­ta –sim­ple­men­te– de una so­la co­sa: de rom­per las ca­de­nas.
La re­vo­lu­ción só­lo pue­de ser plan­tea­da tác­ti­ca­men­te en tér­mi­nos na­cio­na­les, pe­ro su es­tra­te­gia a cor­to o me­dia­no pla­zo es con­ti­nen­tal (de lo con­tra­rio, se­rá coop­ta­da o aplas­ta­da fí­si­ca­men­te). 
Su pers­pec­ti­va es una Fe­de­ra­ción So­cia­lis­ta li­bre, de to­dos los paí­ses de la re­gión, sea de los ac­tua­les –que en nin­gún la­do es­tá es­cri­to que va­yan a man­te­ner­se co­mo una eter­na he­ren­cia del ge­no­ci­dio de la cruz y la es­pa­da so­bre los in­dios y los afri­ca­nos– o de nue­vos es­ta­dos que pue­dan crear­se an­tes o du­ran­te la con­for­ma­ción de esa Fe­de­ra­ción; o de la fu­sión de vie­jos es­ta­dos di­fe­ren­tes, si sus pue­blos lo con­si­de­ran con­ve­nien­te, y de­mo­crá­ti­ca­men­te así lo acuer­dan.
To­das es­tas cues­tio­nes ha­cen al fu­tu­ro. Pe­ro es bue­no plan­teár­nos­las hoy.
Na­da se­rá po­si­ble sin en­ca­rar una di­fi­ci­lí­si­ma lu­cha re­vo­lu­cio­na­ria pa­ra en­fren­tar y de­rro­tar en to­dos los te­rre­nos ne­ce­sa­rios a los im­pe­ria­lis­tas y a sus so­cios bur­gue­ses –in­clu­yen­do a sus es­ta­dos– en la re­gión.
¿Es és­ta una pers­pec­ti­va di­fí­cil y que im­pli­ca­rá una gran lu­cha re­vo­lu­cio­na­ria? Sí, ob­via­men­te sí. Pe­ro es la úni­ca rea­lis­ta. 
Los can­tos de si­re­na acer­ca de la “hu­ma­ni­za­ción” de los di­ver­sos ca­pi­ta­lis­mos “na­cio­na­les” son una uto­pía reac­cio­na­ria, inal­can­za­ble, ina­si­ble. 
La úni­ca po­lí­ti­ca rea­lis­ta pa­ra “hu­ma­ni­zar” al ca­pi­ta­lis­mo in­ter­na­cio­nal y a sus pe­da­zos na­cio­na­les es­tá en la lu­cha por ba­rrer re­vo­lu­cio­na­ria­men­te su po­der y cons­truir un gran blo­que re­gio­nal que ten­ga co­mo ho­ri­zon­te cons­ti­tuir un ba­luar­te, un pun­to de apo­yo no­dal pa­ra la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta in­ter­na­cio­nal, in­clu­yen­do la de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas y las de los pue­blos de los cin­co con­ti­nen­tes.