Una vez más, las burguesías locales y sus representantes políticos nos proponen conmemorar "la independencia nacional". Pero ¿existió genuinamente una tal "independencia" alguna vez en nuestra historia?
El carácter casi inexistente de aquella proclamada independencia, puede sintetizarse en las palabras del Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien no tuvo empacho en afirmar, frente al reclamo de los "fondos buitre": "Hay que hacer lo que diga el juez Griesa". Conceptos tan elementales como el de "soberanía política" no entran siquiera en la imaginación de este genuino representante de "la burguesía nacional"... Y esto no es casual, toda la historia de la conformación de las burguesías locales tuvo un carácter absolutamente parasitario, asociado a vivir a la sombra de negocios tan "nobles" como el contrabando realizado por las potencias de la época, y a amasar sus fortunas sentándose tranquilamente a ver crecer el pasto que alimentaría a las vacas que se reproducirían sin necesidad de que ellos hicieran nada más que observar cómo los toros seguían los instintos de la naturaleza, y hacían lo suyo...
El cinismo de los caradura explotadores locales, aunque no hayan visto una vaca en su vida, tiene menos límites que sus antecesores del siglo XIX; y hoy alzan sus voces horrorizados porque las posibles consecuencias de las actuales "negociaciones" comprometerán el accionar de los futuros gobiernos... ¡Y ellos lo dicen!, ellos que nos proponen reivindicar el bicentenario que dio lugar al presidente más homenajeado de nuestra historia, hasta tal punto que da nombre a la avenida más extensa del país: Bernardino Rivadavia. Este "benemérito patriota" fue el artífice del primer endeudamiento del país, siendo ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador bonaerense general Martín Rodríguez, cuando acordó un empréstito por un millón de libras esterlinas con la Banca Baring Brothers... Deuda que, aun hoy, seguimos pagando, y asumiendo bajo otras formas, en un espiral de endeudamiento que se prolonga hasta el infinito, manteniéndonos endeudados con más deudas, convenciéndonos de que para progresar necesitamos más y más deudas... ya que es la manera de mantener sometidos a nuestros pueblos al yugo de los intereses de las grandes potencias que dominan el mundo: antes, los grandes imperios; hoy, los capitales imperialistas que esparcen sus tentáculos fagocitando toda la riqueza que surge del trabajo humano.
En síntesis, la tarea de liberarnos del yugo de los buitres explotadores sigue pendiente para los explotados de la Argentina y de toda la América Latina.
Desde la LSR seguimos afirmando:
PARA QUE LA HUMANIDAD Y EL MUNDO VIVAN,
EL IMPERIALISMO Y EL CAPITALISMO DEBEN MORIR.
- Fuera las tropas argentinas de Haití -
- Fuera ingleses de Malvinas -
- Fuera la IV Flota y las bases yanquis
de América latina -
de América latina -
Llamamos a actuar en consecuencia con estas convicciones, construyendo un partido que luche por estos ideales inconclusos en el seno de los explotados y oprimidos del continente.
Para una mayor comprensión de nuestra historia, reproduzco más abajo uno de los artículos centrales de Bandera Roja Nº 85, elaborado por Jorge Guidobono en enero de 2005.
L. Rubiales
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Antimperialista, anticapitalista y socialista:
La revolución latinoamericana como proceso único hacia una Federación Socialista Continental
por JORGE GUIDOBONO, 21/01/2005
La independencia política proclamada casi dos siglos atrás se realizó dentro y como parte del ascenso del capitalismo inglés y con burguesías nativas asociadas desde el vamos al mercado mundial controlado, básicamente, por Inglaterra.
Con este origen, las burguesías latinoamericanas no nacieron con intereses contradictorios con los del viejo orden económico colonial. Por eso, en lo fundamental, no pretendieron cambiar revolucionariamente ese orden sino, simplemente, insertarse en él. Eso explica, también, que no haya habido revoluciones que dieran la tierra a los campesinos, los indios y los esclavos negros, con lo que hubieran creado un gran mercado interno de consumo.
Los líderes revolucionarios burgueses con proyectos radicales, fueron combatidos y traicionados abiertamente por las burguesías locales.
Así es que la mitad del continente –Brasil– pasó, sin guerras ni revoluciones, del dominio político formal de Portugal, a manos de la potencia imperial que, a su vez, lo dominaba (Inglaterra). El cambio no fue traumático; más bien fue parecido al cambio de un traje, con monarquía y esclavismo incluidos hasta fines del siglo XIX.
La parte que dependía de España fragmentó sus virreynatos en numerosos países, en alianza de las burguesías locales con Inglaterra.
Nació así un continente balcanizado y funcional al imperialismo inglés hasta la crisis de 1930 y al estadounidense después, que relevó al anterior, en irreversible decadencia.
No vamos a hacer un repaso detallado de este proceso que recorrió el siglo XX desde la gigantesca revolución mexicana que se inició en 1910. Sólo diremos unas palabras sobre algunos hitos importantes, y arriesgaremos algunas conclusiones.
El Apra del Perú de Haya de la Torre –que tuvo el acierto de plantear el problema peruano en términos latinoamericanos– se enfrentó fracasadamente con la burguesía local, que lo derrotó en levantamientos armados y lo proscribió hasta que perdiera todo su filo revolucionario.
El MNR boliviano tiene el mérito de haber sido parte del inicio de la revolución de abril de 1952 que destruyó el Ejército –y lo hizo desfilar en calzoncillos– a manos de mineros aliados a policías y pobladores de barriadas obreras de La Paz, abriendo el proceso revolucionario más profundo hasta entonces en la región.
Perón, en la Argentina, aprovechó la crisis de hegemonía imperialista que provocó la segunda guerra mundial entre Inglaterra (hasta entonces dominante, pero en franco retroceso) y Estados Unidos (en ascenso). El meganegocio de las exportaciones durante la guerra les permitió a los capitalistas acumular grandes ganancias a costa del Estado, y también significó para los trabajadores beneficios inéditos, de los que fueron despojados durante el medio siglo siguiente, incluyendo los años del retorno del peronismo –y de Perón– al poder en la primera mitad de la década de los ’70.
El gigante de la región –Brasil– vivió un intento nacionalista encarnado primero por Getulio Vargas –que culminó con su propio suicidio en 1954– y luego por Jõao Goulart, al que puso fin el golpe contrarrevolucionario de 1964. Golpe que fue planificado por la Escuela Superior de Guerra, para “hacer un país moderno” que fue el paraíso de los monopolios, en particular los automotrices. Brasil se convirtió en el primer “tigre”, donde los monopolios pudieron bajar sideralmente sus costos en salarios, mucho antes que en el sudeste asiático. Y sigue siendo el país con la más regresiva distribución de la renta, con millones de analfabetos y hambrientos a quienes no saca de esa condición el rimbombante plan “Hambre Cero” proclamado –y no concretado– por Lula.
Un fenómeno bastante distinto fue el liderado por la Unidad Popular chilena. Fue un proceso hegemonizado por el reformismo de origen obrero (PS y PC), que terminó en la contrarrevolución del 11 de septiembre de 1973. Ésta pudo imponerse no por falta de armas que la enfrentaran –que las había– sino por la ausencia de una dirección política revolucionaria dispuesta a aplastar al facismo de la única forma en que es posible hacerlo: a sangre y fuego. Pero para ello hace falta, en primer lugar, reconocerlo y no marearse con ilusiones en la democracia burguesa y en la “lealtad” de la burguesía y sus fuerzas armadas hacia ella.
Diversos analistas pronostican, hoy, un futuro sombrío para los próximos 20 años de Latinoamérica. Si no median cambios revolucionarios, ese pronóstico se cumplirá.
Todas las variantes nacionalistas burguesas y/o reformistas han sido la continuidad del fiasco de la independencia política proclamada en los albores del siglo XIX. No era posible constituir países burgueses sólidos, sin ataduras con los centros imperiales, sin una revolución que los derrotara.
Categóricamente, sigue vigente la vieja definición de Trotsky acerca de que el problema nacional y el de la tierra sólo pueden ser resueltos por una revolución obrera, popular y campesina que barra con el poder burgués e instaure un poder opuesto, de nuevo tipo, en una perspectiva socialista. Él llamaba a eso “revolución permanente”.
La revolución socialista es necesaria y posible
Parte de la dominación ideológica que ejerce la clase que detenta el poder, consiste en mostrar como imposible un cambio total de la realidad. En eso sigue al esclavismo y al feudalismo, por ejemplo, que trataban de demostrar que era posible mejorar el orden existente sin tirarlo abajo para construir una nueva sociedad, pero sin destruir el viejo orden. Ésta es una trampa ideológica para perpetuar su dominación económica y social.
Todo el desarrollo histórico de la humanidad ha demostrado lo opuesto: hay que terminar con todo el poder dominante para empezar a salir del infierno capitalista-imperialista. De eso se trata.
En realidad, en estos dos siglos, los países del sur son aun más dependientes que durante el ocaso del imperio español, incapaz –por ejemplo– de competir con el contrabando inglés. Los grilletes de la esclavitud se han modificado pero son cada vez más asfixiantes.
Aunque resulte más fácil de escribir que de realizar, se trata –simplemente– de una sola cosa: de romper las cadenas.
La revolución sólo puede ser planteada tácticamente en términos nacionales, pero su estrategia a corto o mediano plazo es continental (de lo contrario, será cooptada o aplastada físicamente).
Su perspectiva es una Federación Socialista libre, de todos los países de la región, sea de los actuales –que en ningún lado está escrito que vayan a mantenerse como una eterna herencia del genocidio de la cruz y la espada sobre los indios y los africanos– o de nuevos estados que puedan crearse antes o durante la conformación de esa Federación; o de la fusión de viejos estados diferentes, si sus pueblos lo consideran conveniente, y democráticamente así lo acuerdan.
Todas estas cuestiones hacen al futuro. Pero es bueno planteárnoslas hoy.
Nada será posible sin encarar una dificilísima lucha revolucionaria para enfrentar y derrotar en todos los terrenos necesarios a los imperialistas y a sus socios burgueses –incluyendo a sus estados– en la región.
¿Es ésta una perspectiva difícil y que implicará una gran lucha revolucionaria? Sí, obviamente sí. Pero es la única realista.
Los cantos de sirena acerca de la “humanización” de los diversos capitalismos “nacionales” son una utopía reaccionaria, inalcanzable, inasible.
La única política realista para “humanizar” al capitalismo internacional y a sus pedazos nacionales está en la lucha por barrer revolucionariamente su poder y construir un gran bloque regional que tenga como horizonte constituir un baluarte, un punto de apoyo nodal para la revolución socialista internacional, incluyendo la de los países imperialistas y las de los pueblos de los cinco continentes.
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