“¿Qué dirías si te sacan el 45% del salario?”
La pregunta en apariencia inocente es de lo más engañosa. En primer lugar, se olvidan de que el 21% de todo lo que consumimos se destina a pagar el IVA. Este impuesto lo pagamos todos por igual y por lo tanto afecta a los que menos tienen. Esto quiere decir que desde el más pobre del Gran Buenos Aires hasta los trabajadores rurales que viven en condiciones de miseria, están pagando una parte de los subsidios que reciben las clases dominantes del campo y la ciudad al gasoil, energía o transporte público. Y el IVA en el 2007 fue el 31% de la recaudación total del Estado, mientras que las retenciones fueron sólo el 14%. Por lo tanto, efectivamente, nos están sacando todo el tiempo una parte importante de nuestro salario. Ni que hablar de lo que nos roban las empresas cuando no depositan los aportes jubilatorios o contratan “en negro”. Y ni los terratenientes del campo ni los vecinos sensibles de Barrio Norte salieron a manifestarse por eso.
En segundo lugar, venimos sufriendo hace varios años la caída del poder adquisitivo de nuestros salarios debido a la inflación. Y una de las causas de los aumentos de los alimentos es que suben los precios internacionales y “el campo” pretende vender sus productos al mismo valor en el mercado interno. O sea, en forma directa, “el campo” le baja el salario a los trabajadores.
En tercer lugar, no tiene ningún sentido poner en un plano de igualdad el salario con que se paga la fuerza de trabajo, con la renta de la tierra. La ganancia que se llevan los terratenientes nada tiene que ver con el esfuerzo que hacen. Están ganando fortunas porque el precio de sus productos está muy por arriba de su valor (el trabajo necesario para reproducirlo). Esto es porque crece muchísimo la demanda de soja –especialmente de China e India– lo que hace subir los precios y, por lo tanto, quienes tienen el monopolio de la tierra, llenan sus bolsillos. Nada más alejado de la realidad de un trabajador, que deja su vida en jornadas laborales de 12 o 14 horas.
La renta de la tierra, al igual que la ganancia del capital no es una retribución al esfuerzo sino un robo realizado a diario a todos los trabajadores del mundo. Por lo tanto, las retenciones serían apenas una pequeña devolución por el robo que nos hacen.
En conclusión, el argumento de la supuesta confiscación que serían las retenciones no es más que una trampa para encubrir el robo de los que engordan sus bolsillos sin transpirar una gota de sudor.
La pregunta en apariencia inocente es de lo más engañosa. En primer lugar, se olvidan de que el 21% de todo lo que consumimos se destina a pagar el IVA. Este impuesto lo pagamos todos por igual y por lo tanto afecta a los que menos tienen. Esto quiere decir que desde el más pobre del Gran Buenos Aires hasta los trabajadores rurales que viven en condiciones de miseria, están pagando una parte de los subsidios que reciben las clases dominantes del campo y la ciudad al gasoil, energía o transporte público. Y el IVA en el 2007 fue el 31% de la recaudación total del Estado, mientras que las retenciones fueron sólo el 14%. Por lo tanto, efectivamente, nos están sacando todo el tiempo una parte importante de nuestro salario. Ni que hablar de lo que nos roban las empresas cuando no depositan los aportes jubilatorios o contratan “en negro”. Y ni los terratenientes del campo ni los vecinos sensibles de Barrio Norte salieron a manifestarse por eso.
En segundo lugar, venimos sufriendo hace varios años la caída del poder adquisitivo de nuestros salarios debido a la inflación. Y una de las causas de los aumentos de los alimentos es que suben los precios internacionales y “el campo” pretende vender sus productos al mismo valor en el mercado interno. O sea, en forma directa, “el campo” le baja el salario a los trabajadores.
En tercer lugar, no tiene ningún sentido poner en un plano de igualdad el salario con que se paga la fuerza de trabajo, con la renta de la tierra. La ganancia que se llevan los terratenientes nada tiene que ver con el esfuerzo que hacen. Están ganando fortunas porque el precio de sus productos está muy por arriba de su valor (el trabajo necesario para reproducirlo). Esto es porque crece muchísimo la demanda de soja –especialmente de China e India– lo que hace subir los precios y, por lo tanto, quienes tienen el monopolio de la tierra, llenan sus bolsillos. Nada más alejado de la realidad de un trabajador, que deja su vida en jornadas laborales de 12 o 14 horas.
La renta de la tierra, al igual que la ganancia del capital no es una retribución al esfuerzo sino un robo realizado a diario a todos los trabajadores del mundo. Por lo tanto, las retenciones serían apenas una pequeña devolución por el robo que nos hacen.
En conclusión, el argumento de la supuesta confiscación que serían las retenciones no es más que una trampa para encubrir el robo de los que engordan sus bolsillos sin transpirar una gota de sudor.
E. GOROSTEGUI
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