8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer

A finales del siglo XIX, 128 obreras de la fábrica textil Cotton, de Nueva York, fueron incendiadas en la represión ordenada por la patronal para terminar con la ocupación de la fábrica, que exigía la reducción de la jornada laboral, igual tarea igual salario e instauración de guarderías. La revolucionaria Clara Zetkin propuso, en 1910, la instauración de la fecha en reivindicación de aquellas obreras.
Han pasado más de 100 años y esas demandas continúan vigentes; tan vigentes como el sistema patriarcal-capitalista que en su decadencia y crisis aumenta su voracidad por la repartija de la torta, sembrando guerras, hambre, desocupación… más desigualdad, y más trabajo esclavo, como en los primeros años de su acumulación primitiva de capital.
Hoy, y a lo largo de la historia moderna, hemos visto el papel relevante de las mujeres en todos los procesos de cambios sociales. Basta ver la irrupción de las mujeres en las movilizaciones masivas que, en Egipto, lucharon y siguen luchando por la caída del régimen dictatorial de Mubarack. En la Argentina, tenemos la experiencia de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Y, hoy, casi todas las organizaciones que luchan contra las peores expresiones de las lacras del sistema de dominación imperante, están encabezadas por mujeres: desde las madres agrupadas en Correpi, hasta las Madres del Dolor, las que luchan contra la esclavitud sexual y la trata de personas, o las que enfrentan los femicidios por violencia doméstica.
Todo esto indica que la lucha de las mujeres contra la opresión de género es inagotable mientras se perpetúe la arcaica sociedad patriarcal explotadora.
Y ésta no tiene remedio mediante leyes que sancionen la obligación de que nos reconozcan un “cupo” de un 30% en las representaciones parlamentarias o, como ahora muchos reclaman, también en los sindicatos.
Tampoco creemos –por lo contrario, lo repudiamos– que el “ascenso” de la mujer a la igualdad de derechos esté representado por figuras como Angela Merkel. No luchamos por conquistar igualdad de derechos para convertirnos en las mejores administradoras del mismo sistema social que nos oprime, al igual que lo hace con diversas minorías raciales, étnicas, religiosas, etcétera.
Nuestra lucha por la liberación de la mujer es una misma –inescindible– lucha por la liberación de la humanidad de toda cadena. Por lo tanto, no aspiramos a convertirnos en el parangón del peor de los hombres: los que llevan a la humanidad a las guerras, a la desocupación, a la destrucción ambiental, a la barbarie cultural y social más extrema.
Aspiramos a un mundo de hombres y mujeres libres de construir sus destinos y disponer también libremente de sus cuerpos. No somos animales. Nuestro libre albedrío determina que somos capaces de modificar la naturaleza en beneficio del conjunto de la sociedad, y también somos capaces de modificar el rumbo de nuestras vidas, en aras del bienestar común y de nuestro propio desarrollo como individuos, para nuestro placer y el de nuestros seres queridos.
Esta aspiración tiene un clarísimo enemigo protagónico: la Iglesia Católica vaticana, en particular su sucursal la argentina, que es capaz de admitir que el genocida cura Von Wernich siga dando misa, y de echar al cura Alessio por manifestarse a favor de la ley de matrimonio igualitario mientras Romina Tejerina cumplió en febrero pasado ocho años de prisión.
Lo primero, para esa cúpula de hipócritas, es mantener el poder millonario que han acumulado a lo largo de siglos, siempre pegados a las clases dominantes, para lo cual les resulta imprescindible mantener en la población de los pobres explotados la idea de que “la vida es obra de Dios”, y ningún ser humano puede disponer de ella libremente (excepto ellos y las multinacionales que dominan el mundo). Por eso les importa nada el mini genocidio femenino de casi 700 mujeres que mueren al año por abortos realizados en condiciones precarias, mientras que las chicas “bien” lo practican en  clínicas de primera, con la mayor privacidad y sin ningún riesgo para su salud.
Dentro de su interesada doctrina, el principal blanco de ataque son las mujeres: ellas son dadoras de vida, y a ellas hay que negarles el derecho a disponer libremente de sus cuerpos. Por eso están dispuestos a negociar lo que sea (divorcio, matrimonio igualitario), con tal que no se despenalice el derecho al aborto, que haría caer toda la estantería de su podrida supuesta “fe”.
En este marco, es de lamentar que la presidenta Cristina Fernández se haya comprometido, como su primera misión oficial en el exterior –bajo la presidencia de Néstor Kirchner–, ante el Vaticano, que durante sus mandatos el tema aborto no tendría estatus parlamentario. Promesa que, hasta ahora, cumplió a rajatabla. Y parece haber renovado su compromiso al anunciar el subsidio de la asignación universal por hijo para las mujeres con tres meses de embarazo.
Por eso, este 8 de marzo, renovamos nuestro compromiso de lucha por los derechos de la mujer trabajadora –en primer lugar, el de disponer libremente de nuestros cuerpos–, y nuestro repudio a todas las mujeres que asumen el papel de defensoras y ejecutoras de las políticas de las clases explotadoras, aun en sus variantes más populistas. Más aún, en estos momentos de aguda crisis económica capitalista, cuando ellas se postulan como “curanderas” de este nefasto sistema explotador-patriarcal en plena decadencia.

Educación sexual para decidir; anticonceptivos para no abortarABORTO LEGAL Y GRATUITO PARA NO MORIR
DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO
SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO
REVOLUCION SOCIALISTA 
MAS SEXISMO Y BARBARIE CAPITALISTA

No hay comentarios.: