Estimados compañeros y amigos:
Hoy, hace ya seis años, sufrimos la pérdida de Jorge. Es intransmisible el sentimiento que me anima a enviarles esta misiva. Es, tal vez, más transmisible, el orgullo enorme que siento al poder decirles que la LSR -que él fundó, con tanto sacrificio, tan vilipendiado por quienes se suponía sus propios compañeros- no sólo sigue existiendo, sino que sigue teniendo políticas nacionales e internacionales inspiradas en su pensamiento. Y, además, estamos remodelando el local de un modo que, no me caben dudas, lo llenarían también de orgullo. Porque sabía que la pelea nuestra era de largo plazo y que teníamos que aprovechar al máximo estos resquicios de "democracia" que nos permiten juntarnos día tras día, para intercambiar miradas sobre la realidad que nos posibilitan construirnos como mejores personas,
A falta de otras palabras, que me resultan difíciles hoy, les reproduzco a continuación el texto que publicamos en Bandera Roja Nº 81, a escasos días de su fallecimiento.
HA MUERTO UN REVOLUCIONARIO:
"VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA INTERNACIONAL"
Al fundador de nuestra organización, al dirigente, al maestro, al querido camarada, al amigo del alma… A un revolucionario consecuente, mordaz, irreverente, desprejuiciado, sistemático, enemigo mortal del sistema capitalista fuera cual fuera el arma que tuviera en sus manos. Confiando siempre en que la mejor arma está en las ideas, en la tenacidad, en la paciencia y en la convicción de que sin la acción decidida de millones y millones de explotados que desplieguen toda su capacidad creativa insurreccionándose contra el poder dominante, no habrá revolución socialista posible.
A sus 63 años, con más de 40 dedicados al combate intransigente contra la sociedad de clases, contra el Estado burgués, y por el poder obrero y popular, no pudo vencer a un inmundo cáncer que se apoderó vertiginosamente de su vida. Lo que no pudo vencer el capitalismo, ni quienes lo calumniaron, quienes lo ningunearon, lo venció una enfermedad que encontró su esplendor cuando, a dos años de la pérdida de su camarada y amigo, el Petiso Páez [dirigente del Cordobazo y del PST-MAS], lo noqueó la pérdida de Ernesto González, con quien venía compartiendo desde hace unos años una misma estrategia política después de casi 15 años de esfuerzos comprometidos en la construcción de la Liga Socialista Revolucionaria como herramienta para el reagrupamiento de la militancia por la revolución socialista.
Lo hemos despedido con su camisa roja, junto a una bandera de la LSR y rodeado de sus más íntimos y mayores afectos, vinculados todos con su actividad revolucionaria.
Decenas de jóvenes se reunieron el lunes 3 de septiembre para intercambiar sus vivencias con Jorge. Era una muestra viva de la que siempre fue su gran apuesta a futuro: su paciencia infinita para las jóvenes generaciones.
Con esa esperanza abierta, con esa apuesta a futuro a costa de lo que fuera, incluyendo su propia salud, su vida se detuvo demasiado pronto para un combate tan inmenso que encaró con sistematicidad, con coherencia, sin claudicaciones y con una pasión que, día tras día, intentaba transmitirnos.
Muchos de los que hoy leemos esta publicación nos hemos encontrado aquel lunes y nos dijimos, y nos escuchamos, cosas bastante importantes, algunas de las cuales recogimos en una hoja que ya fue ampliamente difundida.
A riesgo de repetir algunas, quiero decir, en primer lugar, para quienes no lo saben, que el Jorge que todos conocieron y la Liga que todos conocieron, si bien en esencia hubieran sido lo mismo, hubieran sido muy distintos y seguramente mucho más precarios en su realización cotidiana, si no hubiéramos contado en todos estos años con el respaldo que ha significado la compañera de Jorge, el gran amor de su vida.
Tampoco ustedes hubieran podido conocer la Liga que conocieron, si durante unos cuantos años no hubiéramos contado en la dirección con la actitud férrea, serena y equilibrada del hijo de Jorge, por elección de ambos. Con sus distintos roles, mucho les debemos a ambos camaradas. Quiero mostrar con esto también que las relaciones personales, las más íntimas, al igual que la organización, también se construyen día tras día. Nada positivo nos es dado gratis en una sociedad que trabaja para el individualismo despersonalizado y para la competencia más feroz.
Y no hay organización que pueda sostenerse si no tiene un respaldo que va más allá de la militancia cotidiana.
¿Qué tenemos que hacer nosotros ahora? Retomo aquí las palabras de Jorge, que él mismo nos dice en la entrevista que publicó en el número 80 de Bandera Roja:
“Me parece que tres o cuatro cosas.
”La primera es ser sistemáticos y buscar pelear por algún tipo de frente, bloque o lo que fuere, de unidad del socialismo revolucionario.
”La segunda: tenemos que ser pacientes.
”La tercera, machacar y machacar, que ese bloque o lo que fuera, tiene que ser democrático.
”Y la cuarta es que tiene que ser por la revolución y el poder. …Si no hay revolución y destrucción del Estado burgués y cambio de manos del poder, no a un partido, sino a asambleas populares un millón de veces más grandes que las del 2001, no hay revolución. … El problema es quién tiene el poder: o la burguesía, o el proletariado y sus aliados.”
En definitiva, se trata de caminar en consecuencia con la certeza científica y visceral de que la humanidad se encuentra ante sólo dos alternativas: “O revolución socialista, o más barbarie capitalista”.
La elección entre esas dos alternativas, o la pelea ante esa disyuntiva, nos toca realizarla a cada uno de nosotros día tras día. Porque esa pelea la tenemos que dar, en primer lugar, en nosotros mismos. No es una pelea cuya continuidad o cuyo resultado lo tengamos garantizado a partir del primer día en que cobramos conciencia de la explotación o del día en que decidimos iniciar una militancia. Tampoco nos la garantiza el nivel de inteligencia que cada uno pueda tener.
La garantía que tenemos está en nuestra voluntad de construirnos para vencer a un sistema depredador, trabajando para socavarlo y derrotarlo en cada una de nuestras horas. Nada tiene que ver esto con un voluntarismo estúpido ni con un sectarismo enfermo que se niega a ver, en las múltiples expresiones de la creación humana, qué hermosa podría ser la vida sin las cadenas que nos la están quitando en aras de la ganancia. Entonces, esa voluntad tiene que ver, sí, con aquella frase del Che que a Jorge tanto le gustaba repetir: “He forjado mi voluntad con delectación de artista”.
Para forjarla, contamos con una ayuda fenomenal, cuando podemos intentarlo formando parte de la construcción de un ámbito colectivo.
Sin dudas, desde el lunes 3 de septiembre, la vida de la LSR no es igual sin Jorge. Iniciamos todos otra etapa de nuestras vidas. Tal como recordábamos las palabras de Ernesto González, en el acto del 16 de agosto: “Siempre hay que empezar de nuevo”.
El punto es si somos capaces de bucear en nuestro interior para sacar a la luz lo que Jorge nos peleaba siempre: que nos orientásemos en la vida a partir de lo mejor de nosotros, y no de lo que la sociedad nos impone.
Jorge solía repetir: “El que abrió los ojos un día, ya no podrá volver a cerrarlos nunca”. Nadie que lo haya conocido podrá dar un paso en su vida sin confrontarlo con su conciencia. Porque tuvimos la suerte de conocer a alguien capaz de no transar; capaz de no doblegarse aunque se quedara solo; capaz de no dejarse vencer por las calumnias o el ninguneo de quienes debieron ser sus camaradas.
Su objetivo era más alto y tenía raíces suficientemente profundas como para entender aquello de que “gris es la teoría, verde es el árbol de la vida”.
Vivimos hoy, y tenemos por delante, momentos difíciles. Los grandes desafíos para nosotros están por venir. Pero a la hora de afrontarlos no es menor que nos encuentren de pie, porque juntos supimos afrontar con firmeza los primeros pasos en estos primeros días.
Vaya para todos mi mayor deseo de que tengamos la felicidad de vivir cada uno de nuestros días, hasta el último, en absoluta coherencia con las convicciones que decimos sostener, como Jorge lo hizo.
LR (14/9/2007)
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Con mi corazón en las manos, espero sepan recibir la intensidad de este mensaje.
Un abrazo,
LR
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