MASACRE DE
TRELEW: 42 años para reflexionar
Algunas
reflexiones para un necesario y fraterno debate militante
(L. Rubiales,
22 de agosto de 2012)
La Liga Socialista Revolucionaria rinde homenaje a los 16 militantes
FUSILADOS por la Armada de la dictadura comandada por el Tte. Gral. Alejandro
Agustín Lanusse.
Tampoco olvidamos a los tres compañeros que lograron sobrevivir y
luego integraron la lista de los desaparecidos entre 1977 y 1982, lo que da
cuenta de su sostenida militancia pese a la brutal represión vivida antes.
Así se forjaba la militancia.
Muchos factores confluyeron en esa forja de la moral militante de
aquellos años. La herencia socialista y anarquista del movimiento obrero, por
un lado, basado en la inmigración europea de principios del siglo XX, que fue
luego enterrada por el peronismo. Y la heroica resistencia peronista posterior
al golpe gorila de 1955, por el otro, se combinaron para dar lugar a una amplia
vanguardia donde coexistieron corrientes de confuso origen burgués/popular, con
otras provenientes del trotskismo internacional.
En ambos casos, muchas organizaciones (como FAR, Montoneros y PRT-ERP,
entre otras) decidieron combatir al sistema con métodos revolucionarios (armas
en mano), para llevar adelante una política que, desde nuestro punto de vista,
era esencialmente reformista. Es decir, practicaban lo que llamamos “reformismo
armado”.
Un reclamo democrático elemental, irrenunciable, recorría la Argentina
de punta a punta y era compartido con todo orgullo por corrientes que incluso,
como la nuestra, no compartíamos la ideología peronista de conciliación de
clases: todos luchábamos contra la proscripción del peronismo y por el libre
retorno de Perón al país.
Al mismo tiempo, diversas corrientes de las más disímiles ideologías,
como las mencionadas, se juntaban en un punto: para un más supuesto que real
“acercamiento a las masas”, acordaban –por acción u omisión– en someter el
destino de los explotados a la conducción del General.
Por mucho que se proclamase la necesaria “revolución social” y el
“poder popular”, por cuya militancia tantos pagaron con su vida, como los
compañeros que hoy homenajeamos, en los hechos se dejaba libre el camino de las
ilusiones en Perón. Mientras los grupos de vanguardia política discutían entre
sí, apasionadamente, las distintas concepciones de la “revolución”, la
abrumadora mayoría del movimiento obrero confiaba en que “vuelve el Macho, y lo
arregla todo”, al mismo tiempo que respetaba a la militancia clasista y
revolucionaria para llevar adelante las luchas reivindicativas y contra la
burocracia sindical.
Montoneros secuestraba camiones de Swift y repartía salchichas en los
barrios pobres (villas miseria, se llamaban en esa época) y el PRT-ERP secuestraba
al empresario Oberdan Salustro y repartía en los colegios un cuaderno donde
explicaba a los niños que ese cuaderno no era un regalo, sino que era apenas
una parte de lo que las patronales se robaban de la fuerza de trabajo aportada
por sus padres.
En este contexto, el intento de fuga masiva del penal de Rawson brinda
una muestra cabal de la concepción militante de la época: en condiciones de
prisión, la fuga –coordinada entre presos políticos de diversa identidad
ideológica– era la principal tarea en el objetivo de continuar la militancia
contra el orden social explotador existente.
Ese era el leit motiv de nuestras vidas; ésa era la alegría de
nuestras vidas; ése era el motor creativo y amoroso que encendía nuestras
pasiones, contra viento y marea. Por todo esto, tanto ayer como hoy, la LSR
reivindica aquella actitud clasista combatiente de los compañeros fusilados en
Trelew.
¡Qué diferencia abismal con la actual concepción de quienes recurren a
la justicia burguesa para que sea ella quien nos desembarace de burócratas
sindicales como Moyano o Martínez! ¡Qué diferencia abismal con quienes sólo
conciben la “justicia” como una pelea que se lleva adelante en los pasillos de
los tribunales del enemigo!
Más allá de los errores que llevaron a que el plan de fuga planeado
originalmente para un centenar de presos terminara reducido a una veintena y,
posteriormente, nuevos errores posibilitaran la fuga de un puñado de dirigentes
a Chile mientras otros 19 quedaban varados en el aeropuerto, el hecho
sobresaliente es que la Masacre de Trelew conmovió al país y a todo el
continente.
En la Argentina, la atrocidad de estos fusilamientos a sangre fría
dejó herida de muerte a la dictadura de Lanusse, que tuvo que redireccionar su
estrategia hacia la salida política electoral, por vía del acuerdo con Perón
mediado por La Hora del Pueblo liderada por la golpista UCR de Ricardo Balbín.
A comienzos de 1973, se entró de lleno en el proceso electoral, sobre
la base de un compromiso previo de todos los partidos, de amnistiar a los
cientos de presos políticos, ganase quien ganase.
El grueso de las organizaciones se sumaron a “la causa popular” y
aportaron su voto a la candidatura de Cámpora (“el Tío en el Gobierno, Perón en
el poder” era la consigna más repetida en esos días). Desde el “vote a Perón
por la izquierda”, hasta el “ni votos ni botas, fusiles y pelotas” o “ni golpe
ni elección, revolución”, todos los caminos llevaban a una claudicación
política ante Perón: no sólo no había revolución a la vista, sino que la
abrumadora mayoría del movimiento obrero confiaba en el General, al tiempo que
las alas izquierdas que lo increpaban alentaban la fantasía de que bajo su
mando podríamos tener “el hospital de niños en el Sheraton hotel”, y/o
justificaban sus atropellos con la excusa falaz de que “el general está
rodeado”.
La LSR reivindica, como raíz de su historia, que sólo el PST tuvo la
osadía de presentar una candidatura propia, independiente del peronismo, frente
a la clase obrera: la fórmula Coral-Ciapponi, con el eslogan “No vote patrones
ni generales, vote candidatos obreros”, luego de que fracasara la propuesta de
que Agustín Tosco encabezara una lista en común de las organizaciones clasistas
combativas por el socialismo. Y, en septiembre, la lista encabezada por
Coral-Páez ante la fórmula Perón-Perón que nos dejó a “Isabelita” como
herencia.
No vamos a detenernos ahora en el análisis de lo ocurrido en aquellos
años, signados por la muerte de Perón el 1º de julio de 1974, y la embestida
patronal que organizó el golpe del 24 de marzo de 1976. Veamos apenas algunas
de sus consecuencias.
Los siete años de dictadura arrasaron con el grueso de las
vanguardias, del activismo y las conquistas obreras, y de la organización
obrera misma.
No obstante, tras la derrota en Malvinas en 1982, el retorno a la
constitucionalidad estuvo signado por innumerables luchas obreras, en
resistencia a las transformaciones sociales que exigía la nueva realidad del
capitalismo mundial.
Recién en la década de 1990, bajo el “reinado” de Carlos Menem, se
consumó la tarea iniciada por las Tres A armadas por Perón y continuada por la
dictadura militar. El menemismo y la convertibilidad no dejaron piedra sobre
piedra en el terreno de las conquistas sindicales y laborales.
Pero, más importante aún, es que si hubo un genocidio físico en los
setenta, más profundo fue el “genocidio ideológico” operado en los noventa,
cuyas consecuencias seguimos pagando hoy.
Los sucesos de diciembre de 2001 y su gran conquista –la experiencia asamblearia–
no llegaron a madurar su desarrollo. Y en el marco de la crisis económica
capitalista internacional, nos encontramos hoy en una suerte de “triunfo” de la
teoría de la “multitud” elaborada por Toni Negri y los posmodernos de los
noventa, lo cual parece materializarse en las movilizaciones de los
“indignados” europeos y afines a las que, por otra parte, le dan un
protagonismo desmesurado las grandes cadenas des-informativas, en desmedro de
luchas como la de los mineros de Asturias, la de los estudiantes chilenos y
muchas otras.
En la Argentina, por lo contrario, vienen proliferando las luchas
obreras –en particular por cuestiones salariales– y en ellas se expresan
algunas debilidades subjetivas que tenemos que superar hoy: desde la
atomización de los reclamos, hasta el legalismo mal entendido. Todo ello
evidenciando una carencia mayor, muy de fondo, que es la inexistencia lisa y
llana de referencias políticas por el entierro revolucionario de la sociedad de
clases, y, peor aún, de la inexistencia de la menor voluntad política de avanzar
hacia su construcción.
Desde el punto de vista de la dominación burguesa, si antes masacraban
a la militancia clasista, combativa, revolucionaria y socialista, hoy el
capitalismo decadente se ha dotado de otros medios para prevenir el descontento
social de los jóvenes. Drogas artificialmente creadas, como el paco o las
sintéticas, están destinadas a destruir el cerebro de los pibes que en otros
tiempos hubieran empuñado un fusil o una idea. Si antes se los fusilaba por su
militancia antisistema, ahora se los liquida antes de que piensen, o se los
obliga a ser esclavos de la policía, o se los mata en cualquier esquina de
barrio.
Esta sociedad cruenta, cada vez más enferma, es la que queremos
desterrar de la faz de la tierra, tanto ayer como mucho más hoy.
8En esa lucha seguimos comprometidos.
8En los jóvenes de hoy, como siempre,
está depositada la esperanza.
8Y en ese camino, necesariamente,
rendimos homenaje a nuestros mártires:
Compañeros fusilados en Trelew:
Alfredo Elías Kohon (FAR)
Carlos Astudillo (FAR)
María Angélica Sabelli (Montoneros)
Mariano Pujadas (Montoneros)
Susana Graciela Lesgart (Montoneros)
Ana María Villarreal de Santucho
(PRT-ERP)
Carlos Alberto del Rey (PRT-ERP)
Clarisa Lea Place (PRT-ERP)
Eduardo Capello (PRT-ERP)
Humberto Adrián Toschi (PRT-ERP)
Humberto Segundo Suárez (PRT-ERP)
Jorge Alejandro Ulla (PRT-ERP)
José Ricardo Mena (PRT-ERP)
Mario Emilio Delfino (PRT-ERP)
Miguel Angel Polti (PRT-ERP)
Rubén Pedro Bonet
(PRT-ERP)
Sobrevivientes:
Alberto Miguel Camps
(FAR - Desaparecido luego en 1977)
María Antonia Berger
(FAR - Desaparecida en 1979)
Ricardo René Haidar
(Montoneros - Desaparecido en 1982)
¡PRESENTES!
¡VIVA LA REVOLUCIÓN
SOCIALISTA INTERNACIONAL!
Liga
Socialista
Revolucionaria
ligasocialistarevolucionariaar@gmail.com
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