LA LUCHA ENTRE SOCIOS PETROLEROS
Y EL TSUNAMI DE LAS REBELIONES
Y EL TSUNAMI DE LAS REBELIONES
Por A. ATEN (01/04/2011)
La crisis económica internacional cuyo último capítulo estalló en septiembre del 2008 ha pateado el tablero no sólo en la economía sino en los regímenes de explotación, las instituciones y Estados del planeta con distintas intensidades. En los albores del 2011, con las rebeliones de masas desatadas en el norte de África, ha cambiado sustancialmente el mapa geopolítico del Magreb, del Cercano Oriente yt, con ello, del mundo todo.
De la burbuja informática primero, y la inmobiliaria después, se ha pasado a la especulación bursátil de los commodities, fenómeno al que se ha dado en llamar "crisis alimentaria". Un eufemismo para esconder que, en la mayor superproducción de alimentos, la abrumadora mayoría de la población mundial, se muere de hambre.
Al mismo tiempo, los Estados capitalistas imperialistas -en particular los de la Unión Europea- se encuentran en cesación de pagos, lo que los ata fuertemente a su Fondo Monetario Internacional y todos los circuitos bancarios: los Estados salvan a los bancos en bancarrota y, a la vez, le deben a los bancos la financiación de sus presupuestos. Todos los negocios capitalistas están crujiendo. Y cuando hay crisis aparecen las luchas interesadas. A mayor crisis capitalista, hay más peleas entre los capitalistas por defender sus bolsillos; es decir, por ver quién se queda con la mayor tajada de la inmensa masa acumulada de miles de millones de horas de trabajo que han robado a los trabajadores de todo el mundo. Las guerras comerciales se expresan en las grandes megafusiones industriales y bursátiles (en particular, en la industria automotriz y las grandes especulaciones bursátiles de acciones empresariales y estatales). Junto al alza especulativa de los commodities, el eje de la economía mundial pasa por la denominada "crisis energética".
Las multinacionales, con sus Estados imperialistas proteccionistas, exigen a los jefes de Estado africanos y del Cercano Oriente que "liberalicen" sus economías, imitando a las “democracias” imperiales cuyo "campeón" son los Estados Unidos de América del Norte. De este mecanismo, llamado "neoliberal", provienen los inmensos subsidios que, sólo en Arabia Saudita, llegan a los 25.000 millones de dólares.
Los socios menores de los imperialismos estadounidense y europeos en el norte de África son las monarquías absolutistas (cuyo máximo exponente es el reino de Arabia Saudita, principal abastecedor de EE.UU.) y las repúblicas totalitarias dinásticas (Egipto, Libia, Siria y otras), cuyos presidentes designan a sus sucesores (preferentemente sus hijos) y forman parte mayoritaria de directorios de empresas y bancos multinacionales. Por ejemplo, Khadafi posee el 7% de la banca italiana y la familia Mubarak es dueña de grandes complejos turísticos en los Balcanes. Sin ninguna excepción, todos descargan sobre las espaldas de sus pueblos la crisis que emana del capitalismo imperialista.
A fines de 2010, se exacerbó la resistencia ante la inmensa alza de precios de los alimentos. Esta resistencia es distinta a las de las décadas de 1980-1990 y a los múltiples reclamos obreros que se manifestaron durante cuatro décadas en la región. Desde enero de 2011, esa resistencia popular ante los ajustes económicos se convirtió rápidamente en reclamos por libertades democráticas. Este proceso comenzó en Argelia, siguió por Túnez y se expandió por todo el norte de África. Llegó a la república de Yemen y al emirato de Bharein (sede de la V Flota estadounidense), expandiéndose a Arabia Saudita, Jordania y Siria, en las fronteras de Israel.
Los imperialismos norteamericano y europeos hablan de que, en el norte de África, hay "revoluciones democráticas", con el objetivo de crear confusión y desvíos en las demandas populares. Para condicionar las rebeliones populares, intentan vías “pacíficas” (para que las masas no destruyan a sus Estados capitalistas), integrándolas al sistema mediante los viejos aparatos militares (como en Egipto), o “transiciones a la democracia” (burguesa) mediante juntas policíacas y militares (como en Túnez). Y si no pueden contenerlas así, intentan destrozar las rebeliones populares mediante la guerra.
Desde la óptica de la LSR, las inmensas rebeliones populares, llenas de heroicos sacrificios de de masas contra sus clases dominantes, no han devenido aún en revoluciones democráticas ni mucho menos triunfantes, porque no han destrozado los aparatos represivos de los Estados (en particular, sus Ejércitos). Es incipiente el proceso en Egipto con una muy aliciente baja participación popular en el Referéndum (60% de abstención) convocado por la Junta Militar autodefinida como "Consejo Supremo". Y es, al mismo tiempo, preocupante que de esta forma se condicione y desvíe la rebelión hacia el proceso electoral para la elección de un gobierno burgués. Ni que hablar de Yemen, donde el presidente general Saleh saca los tanques a la calle diciendo “Mi transición, la hago yo”, bajo la amenaza de repetir la guerra civil de 1994.
La guerra civil en Libia. La realidad demuestra que Libia no es Túnez ni Egipto. El tsunami de las rebeliones populares obliga a los dueños imperiales a recurrir a sus socios menores, a los jefes de las tribus libias. Varios de estos clanes -para disfrazar sus intereses por adueñarse de los pozos petroleros- se pliegan astutamente (con una experiencia de 1.400 años de dominación) a la gran corriente de masiva resistencia popular en Libia y en todos los pueblos oprimidos y explotados del Magreb y el Oriente árabe (que grita: “Alá, Libertad y Revolución”). Por ello, se crea la oposición "rebelde" que conquista Bengashi bajo la dirección de ex ministros y ex generales de Khadafi.
La guerra de posiciones sobre las destilerías y puertos evidencia que la lucha es por adueñarse del control de los recursos petrolíferos y gasíferos. Los “rebeldes” seguirán vendiendo el petróleo a yankis y europeos. Y Khadafi, antes que perderlos, prefiere incendiarlos, si puede. Desde el Emirato de Qatar, Qatar Petroleum le compra a los “insurgentes” 100.000 barriles de petróleo para que, con esos fondos, puedan adquirir armas provistas por el triunvirato de la OTAN (EE.UU., Inglaterra y Francia).
El petróleo libio representa el 30% de las reservas de Italia, el 16% de Grecia y cerca del 10% de Francia. España (dueña de Repsol-YPF), EE.UU. y el resto de la Unión Europea no dependen de Libia, sino de Rusia, el mayor productor mundial de petróleo y gas. En cambio, China que ya se está expandiendo en África está haciendo suculentos negocios para aumentar sus reservas energéticas y metalíferas (en Sudán y Etiopía).
La rebelión en Libia se transformó rápidamente en guerra civil (al contrario de Túnez y Egipto) por la acción de los imperialismos y, a la vez, se conviertió en guerra internacional. Los “rebeldes” solicitan ayuda para avanzar y adueñarse de los depósitos petroleros. Piden esa ayuda a quienes se la pueden ofrecer: los imperialistas. Francia, Inglaterra (jefe político de la Unión Europea) y Estados Unidos (al frente de la OTAN) ofrecen intervención militar mediante "exclusión aérea y bloqueo naval” (Resolución 1973). En el Consejo de Seguridad de la ONU gana la propuesta de la exclusión aérea con las “abstenciones cómplices” de Rusia (que tiene grandes contratos de armamentos con Khadafi), China, Alemania (con la oposición racional de Merkel contra la testosterona británica y francesa), India y Brasil. Así, la operación "Odisea del Amanecer" (dirigida por el Pentágono desde Stutgard, en Alemania) se complica en sólo 48 horas, ya que la Liga Árabe muestra enfáticamente su disconformidad: "Votamos exclusión, no invasión".
Mientras el mundo mira el terremoto, maremoto y crisis nuclear en Japón, Khadafi implementó una contraofensiva y hoy el mundo vuelve a ver los “daños colaterales” (se "salvan" vidas, asesinando) que provocan la aviación la cohetería francesa (emulando los causados por la invasión norteamericana en Irak o Afganistán, con un millón de civiles asesinados). El pretexto imperial es el mismo: "Bombardeamos para salvar vidas y lograr la democracia...!!!" A medida que pasan las horas, el “área de prohibición de vuelo sobre Libia” se muestra como lo que en realidad es: bombardeo para preparar la invasión militar. Su no realización depende de que los rebeldes puedan cumplir las estrictas órdenes del mando militar de la OTAN; es decir, si los "rebeldes" jefes de los clanes son capaces de garantizar el status quo que, hasta ayer, garantizaba Khadafi.
En simultáneo, los imperialismos europeos descargan sobre sus pueblos las medidas tendientes a finalizar con el Estado de Bienestar, en especial en Alemania, cuyo Ejército se encuentra empantanado en las montañas de Afganistán (el 60% de los alemanes se manifestó en contra de su participación en esta guerra). En Inglaterra, se pretende aplicar un durísimo plan de austeridad similar al griego. Y en Portugal, renunció el gobierno socialdemócrata de Sócrates, ante el anuncio del cuarto megapaquete de austeridad y el rechazo al “plan de ayuda financiera” de la Eurozona y el FMI.
Para enfrentar y destruir el tsunami de las rebeliones populares, el capitalismo imperialista recurre a los callejones sin salida de la democracia burguesa y, cuando no lo logra por esta vía, recurre al belicismo. Las contradicciones entre los capitalistas deben transformarse en contradicciones irreconciliables entre los explotadores y los explotados, para que se abra la perspectiva revolucionaria socialista.
Desde la alianza armada de EE.UU., Inglaterra y Francia se busca la secesión de Libia: separar el desierto del Sahara (la mayor superficie del país), de los jeques de las tribus, asentadas en las principales reservas y destilerías petroleras. Esto equivale a decir que están construyendo los "derechos humanos" y la "democracia" sobre médanos de arena. Hoy, los “burgueses petroleros del desierto” son aliados, pero si hay invasión militar ¿están seguros que los tendrán como aliados?. Esto para nada es especulativo, ya sucedió en Afganistán: armaron a los talibanes que luego volvieron sus armas contra EE.UU. En la misma OTAN se ha formado el bloque de Italia, Alemania y Turquía para negociar con Khadafi y lograr la “solución política”, como la otra cara de la política del garrote y la zanahoria.
¿Khadafi (el gran aliado del imperialismo desde el 2003, como ayer lo fue en Irak Saddam Hussein, o los talibanes en 1980 en Afgnistán) será -de acuerdo con las ilusiones imperialistas- el primer ejemplo de que "muerto el perro se acabó la rabia"? ¿Los “rebeldes” que lo suplanten serán distintos a él? Si la guerra se alarga, hay que tomar en cuenta que Libia no es equivalente a Irak o Afganistán. Libia está a tanta distancia de Europa como Buenos Aires lo está de Córdoba.
Las guerras de Irak y Afganistán tuvieron un dueño: los Bush, sin el permiso de la ONU. La guerra en Libia tiene otro dueño exclusivo: el “Premio Nobel de la Paz” Barak Obama, con aval de la ONU. Esta es SU propia guerra de conquista. El imperialismo estadounidense ¿puede abrir un tercer frente militar mientras está empantanado en los otros dos (Irak y Afganistán)? La respuesta de Obama es categórica: “No queremos derrocar a Khadafi”. En tanto, Hilary Clinton insiste: “No pararemos hasta echar a Khadafi”...
En “nuestro Mercosur”, Brasil, Paraguay y Uruguay se declararon opuestos a la intervención militar imperialista en Libia. Pero, en “nuestra” Argentina, el gobierno de Cristina Fernández sólo emite casi imperceptibles palabras sobre el tema, ya que aún continúa anclado a la política norteamericana en su furibunda campaña contra Irán.
Hay una pregunta que toda organización revolucionaria de cualquier país del mundo debe formularle a los trabajadores de su país: ¿Si el guerrerismo capitalista imperialista elimina a Khadafi, se frenará la explotación de los trabajadores y la opresión de los pueblos de África y del Cercano Oriente? Desde la LSR, los socialistas revolucionarios decimos que no.
Kadafi, en acuerdo con el imperialismo francés e italiano desde el 2007, retuvo la corriente inmigratoria de los africanos en los campos de concentración que estableció en el desierto, asesinando a miles de ellos. Un millón de trabajadores de países limítrofes -como así también 30.000 de China, 10.000 de Bangladesh, otros tantos de Vietnam- que trabajaban como esclavos en empresas chinas, coreanas, inglesas, francesas y estadounidenses tuvieron que recurrir a los "centros de recepción" (así se llaman los campos de concentración hoy) en Túnez, de los cuales 15.000 pasaron a la isla italiana de Lampeduzza, siendo confinados en "centros de acogimiento" (así llaman ahora a los campos de concentración en Europa).
Más allá de que la Argentina está a miles de kilómetros y de que vivimos en una época de guerras y rebeliones, no sólo debemos solidarizarnos con todo pueblo que lucha contra toda forma de explotación y opresión, sino que debemos unirnos mediante la lucha política contra nuestro propio capitalismo, su Estado y su gobierno de turno. Ésa es la unidad real, práctica. Un paso por la liberación de los trabajadores y los pueblos del mundo vale más que mil palabras e intenciones.
Luchemos por la derrota
de la alianza armada
EEUU-INGLATERRA-FRANCIA
No habrá paz para los pueblos del norte de África, ni triunfarán las rebeliones populares contra el ajuste económico, sin expulsar a las fuerzas imperialistas y sus socios capitalistas locales.
Basta de hipocresía: ellos no luchan contra las dictaduras; sólo quieren que las rebeliones de masas no pongan en riesgo su poder sobre las riquezas.
Abajo los gobiernos y las burguesías árabes que se asocian a los explotadores multinacionales para su propio beneficio.
FUERA YANQUIS DE AMERICA LATINA
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